Meditaciones MRco Aurelio
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LIBRO III 75
prefiere, ante todo, su propia razón, su divinidad y los ritos
del culto debido a la excelencia de ésta, no representa tragedias,
no gime, no precisará soledad ni tampoco aglomeraciones
de gente. Lo que es más importante: vivirá sin perseguir
ni huir. Tanto si es mayor el intervalo de tiempo que va
a vivir el cueφo con el alma unido, como si es menor, no le
importa en absoluto. Porque aun en el caso de precisar desprenderse
de él, se irá tan resueltamente como si fuera a
emprender cualquier otra de las tareas que pueden ejecutarse
con discreción y decoro; tratando de evitar, en el curso de
la vida entera, sólo eso, que su pensamiento se comporte
de manera impropia de un ser dotado de inteligencia y sociable.
8. En el pensamiento del hombre que se ha disciplinado
y purificado a fondo, nada purulento ni manchado ni mal cicatrizado
podrías encontrar. Y no arrebata el destino su vida
incompleta, como se podría afirmar del actor que se retirara
de escena antes de haber finalizado su papel y concluido la
obra. Es más, nada esclavo hay en él, ninguna afectación,
nada añadido, ni disociado, nada sometido a rendición de
cuentas ni necesitado de escondrijo.
9. Venera la facultad intelectiva. En ella radica todo, para
que no se halle jamás en tu guía interior una opinión inconsecuente
con la naturaleza y con la disposición del ser
racional. Ésta, en efecto, garantiza la ausencia de precipitación,
la familiaridad con los hombres y la conformidad con
los dioses.
10. Desecha, pues, todo lo demás y conserva sólo unos
pocos preceptos. Y además recuerda que cada uno vive exclusivamente
el presente, el instante fugaz. Lo restante, o se