Meditaciones MRco Aurelio
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misma, en aquellas cosas en las que te facilita actuar de
acuerdo con la recta razón, y de acuerdo con el destino en
las cosas repartidas sin elección previa; si percibes, digo,
un bien de más valía que ése, vuélvete hacia él con toda el
alma y disfruta del bien supremo que descubras. Pero si
nada mejor aparece que la propia divinidad que en ti habita,
que ha sometido a su dominio los instintos particulares,
que vigila las ideas y que, como decía Sócrates, se ha
desprendido de las pasiones sensuales, que se ha sometido
a la autoridad de los dioses y que preferentemente se preocupa
de los hombres; si encuentras todo lo demás más pequeño
y vil, no cedas terreno a ninguna otra cosa, porque
una vez arrastrado e inclinado hacia ella, ya no serás capaz
de estimar preferentemente y de continuo aquel bien que
te es propio y te pertenece. Porque no es lícito oponer al
bien de la razón y de la convivencia otro bien de distinto
género, como, por ejemplo, el elogio de la muchedumbre,
cargos públicos, riqueza o disfrute de placeres. Todas esas
cosas, aunque parezcan momentáneamente armonizar con
nuestra naturaleza, de pronto se imponen y nos desvían.
Por tanto, reitero, elige sencilla y libremente lo mejor y
persevera en ello. «Pero lo mejor es lo conveniente.» Si lo
es para ti, en tanto que ser racional, obsérvalo. Pero si
lo es para la parte animal, manifiéstalo y conserva tu juicio
sin orgullo. Trata sólo de hacer tu examen de un modo seguro.
7. Nunca estimes como útil para ti lo que un día te forzará
a transgredir el pacto, a renunciar al pudor, a odiar a
alguien, a mostrarte receloso, a maldecir, a fingir, a desear
algo que precisa paredes y cortinas. Porque la persona que
Es decir, «que precisa» ser, escondido.