Meditaciones MRco Aurelio
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del Imperio. La administración de los recursos públicos y la
tolerancia ante la crítica en cualquiera de estas materias;
ningún temor supersticioso respecto a los dioses ni disposición
para captar el favor de los hombres mediante agasajos
o lisonjas al pueblo; por el contrario, sobriedad en todo y
firmeza, ausencia absoluta de gustos vulgares y de deseo innovador.
El uso de los bienes que contribuyen a una vida
fácil —y la Fortuna se los había deparado en abundancia—,
sin orgullo y a la vez sin pretextos, de manera que los acogía
con naturalidad, cuando los tenía, pero no sentía necesidad
de ellos, cuando le faltaban. El hecho de que nadie hubiese
podido tacharle de sofista, bufón o pedante; por el
contrario, era tenido por hombre maduro, completo, inaccesible
a la adulación, capaz de estar al frente de los asuntos
propios y ajenos. Además, el aprecio por quienes filosofan
de verdad, sin ofender a los demás ni dejarse tampoco embaucar
por ellos; más todavía, su trato afable y buen humor,
pero no en exceso. El cuidado moderado del propio cueφo,
no como quien ama la vida, ni con coquetería ni tampoco
negligentemente, sino de manera que, gracias a su cuidado
personal, en contadísimas ocasiones tuvo necesidad de asistencia
médica, de fármacos o emplastos. Y especialmente,
su complacencia, exenta de envidia, en los que poseían alguna
facultad, por ejemplo, la facilidad de expresión, el conocimiento
de la historia de las leyes, de las costumbres o
de cualquier otra materia; su ahínco en ayudarles para que
cada uno consiguiera los honores acordes a su peculiar excelencia;
procediendo en todo según las tradiciones ancestrales,
pero procurando no hacer ostentación ni siquiera de
esto: de velar por dichas tradiciones. Además, no era propicio
a desplazarse ni a agitarse fácilmente, sino que gustaba
de permanecer en los mismos lugares y ocupaciones. Ε in-