Meditaciones MRco Aurelio
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INTRODUCCIÓN 33
la vida diaria. Esta solución paradójica funcionaría aún durante
algunos siglos, y llegaría a encamarse —en un admirable
coup de théâtre de la historia— en la persona de un
emperador. La figura de Marco Aurelio resulta, en verdad,
un fenómeno fascinante para el estudioso de las ideologías,
pues su entraña psicológica radica en esa unitaria incoφoración
viviente de una ideología cuya operación práctica se
apoyaba en la radical escisión de la conciencia: la duplicidad
de un hombre que, como primer ciudadano, servía fielmente
a un orden de dominación que, como sujeto moral,
había de eludir constantemente para alcanzar la beatitud.
Ambos imperativos se le presentaban como igualmente derivados
de cierta concepción del kósmos en cuanto proceso
unitario y fatal del lógos universal»).
Psicológicamente la personalidad de Marco Aurelio atrae
nuestro interés por su ascetismo y su descontento interior.
Descontento de sí mismo —en su afán de ser mejor y de
comportarse de acuerdo con sus intenciones éticas en todo—
y de los demás (cf. V 10 y muchos otros textos), Marco Aurelio
se reitera una y otra vez los mismos consejos y máximas,
como si no acabara de convencerse. La insistencia en repetir
el remedio sugiere que éste no es del todo eficaz. Un cierto
escepticismo latente en esta filosofía de consolación le da un
tono dramático; como si las heridas y los dolores acallados,
como si las quejas reprimidas y los impulsos detenidos necesitaran,
en su subconsciente rebelión, de una nueva dosis de la
fannacopea. La resignación aristocrática, el ascético desprecio
del mundo y la carne, la sumisión al deber —de filósofo y
de ciudadano romano en lo más alto de la jerarquía— son
muestras de una actitud que rehuye el patetismo, pero que no
puede alcanzar esa apatía inhumana del sabio estoico.