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Meditaciones MRco Aurelio

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LIBRO XII 211

hombres, porque nada fallan que no sea contra su voluntad.

De manera que a nadie debe censurarse.

13. Cuán ridículo y extraño es el hombre que se admira

de cualquier cosa que acontece en la vida.

14. O bien una necesidad del destino y un orden inviolable,

o bien una providencia aplacable, o un caos fortuito,

sin dirección. Si, pues, se trata de una necesidad inviolable,

¿a qué ofreces resistencia? Y si una providencia que acepta

ser aplacada, hazte a ti mismo merecedor del socorro divino.

Y si un caos sin guía, confórmate, porque en medio de un

oleaje de tal índole dispones en tu interior de una inteligencia

guía. Aunque el oleaje te arrastre, arrastre tu carne, tu

hálito vital, y lo demás, porque no arrastrará tu inteligencia.

15. La luz de una lámpara, hasta extinguirse, brilla y no

pierde su fulgor. ¿Se extinguirán con anterioridad la verdad

que en ti reside, la justicia y la prudencia?

16. Respecto a la persona que te ha proporcionado la

imagen de su falta. «¿Qué sé yo si eso es una falta?» Y si

realmente ha cometido una falta: «él mismo se ha condenado

ya», y así esto es semejante a desgarrarse su propio rostro.

El que no admite que el malvado cometa faltas, se asemeja

al que no acepta que la higuera lleve leche en los

higos, que los recién nacidos lloren, que el caballo relinche

y cuantas otras cosas son inevitables. ¿Qué puede suceder

cuando uno tiene una disposición tal? Si en efecto eres

vehemente, cuida esa manera de ser.

17. Si no conviene, no lo hagas; si no es cierto, no lo

digas; provenga de ti este impulso.

18. En todo ver siempre qué es lo que hace brotar en ti

esa tal imagen y tratar de desarrollarla, analizándola en su

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