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Meditaciones MRco Aurelio

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LIBRO XII 201

me dañes, eres tú quien te perjudicas, hijo.» Y demuéstrale

con delicadeza y enteramente que esto es así, que ni siquiera

lo hacen las abejas, ni tampoco ninguno de los animales que

ha nacido para vivir en manada. Y debes hacerlo sin ironías

ni reproches, sino con cariño y sin exacerbación de ánimo, y

no como en la escuela, ni tampoco para que otro que se encuentra

a tu lado, te admire. Antes bien, dirígete a él exclusivamente,

incluso en el caso de que otros te rodeen.

Acuérdate de estos nueve preceptos capitales como dones

recibidos de las musas, y empieza algún día a ser hombre,

en tanto vivas. Debes guardarte por igual de encolerizarte

con ellos y de adularles, porque ambos vicios son

contrarios a la sociabilidad y comportan daño. Recuerda en

los momentos de cólera que no es viril irritarse, pero sí lo es

la apacibilidad y la serenidad que, al mismo tiempo que

es más propia del hombre, es también más viril; y participa

éste de vigor, nervios y valentía, no el que se indigna y está

descontento. Porque cuanto más familiarizado esté con la

impasibilidad, tanto mayor es su fuerza. Y al igual que

la aflicción es síntoma de debilidad, así también la ira. Porque

en ambos casos están heridos y ceden. Y si quieres, toma

también un décimo bien del Musageta que es propio

de locos no admitir que los malvados cometan faltas, porque

es una pretensión imposible. Sin embargo, convenir que se

comporten así con otras personas y pretender que no falten

contigo, es algo absurdo y propio de tirano.

19. Principalmente debemos guardamos sin cesar de cuatro

desviaciones del guía interior; y cuando las descubras,

debes apartarlas hablando con cada una de ellas en estos

«del conductor de las Musas» (Apolo).

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