Meditaciones MRco Aurelio
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LIBRO XII 173
«¿Cómo dejar de desear acostarme con aquélla?» Otro:
«¿Cómo me puedo librar de ese individuo?» Tú: «¿Cómo
no desear librarme de él?» Otro: «¿Cómo no perder mi hijito?»
Tú: «¿Cómo no sentir miedo de perderlo?» En suma,
cambia tus súplicas en este sentido y observa los resultados.
41. Epicuro''^^ dice: «En el curso de mi enfermedad
no tenía conversaciones acerca de mis sufrimientos coφorales,
ni con mis visitantes, añade, tenía charlas de este tipo,
sino que seguía ocupándome de los principios relativos
a asuntos naturales, y, además de eso, de ver cómo la inteligencia,
si bien participa de las conmociones que afectan
a la carne, sigue imperturbable atendiendo a su propio
bien; tampoco daba a los médicos, afirma, oportunidad de
pavonearse de su aportación, sino que mi vida discurría
feliz y noblemente.»
En consecuencia, procede igual que aquél, en la enfermedad,
si enfermas, y en cualquier otra circunstancia. Porque
el no apartarse de la filosofía en cualquier circunstancia
que sobrevenga, y el no chismorrear con el profano el estudioso
de la naturaleza, es precepto común a toda escuela
dedicarse únicamente a lo que ahora se está haciendo
y al instrumento gracias al cual actúa.
42. Siempre que tropieces con la desvergüenza de alguien,
de inmediato pregúntate: «¿Puede realmente dejar
de haber desvergonzados en el mundo?» No es posible.
No pidas, pues, imposibles, porque ése es uno de aquellos
desvergonzados que necesariamente debe existir en el
Ei>I(^uiu), fr. 191 USI:NI:R.
Laguna. Sobrentiéndase «Y de igual modo».