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• Si quieres evitar enfadarte puedes tomar tranquilizantes.
• Si quieres evitar oír la música puedes ponerte tapones.
• Si quieres darle una lección a tu vecino puedes poner tú también la
música muy alta.
• Si quieres que sean otros los que le den un escarmiento puedes unir tus
fuerzas con los vecinos o llamar a la policía.
• Si quieres que tu vecino ponga la música que a ti te gusta puedes
regalarle un CD del tipo de música que escuchas.
Puedes observar que cada una de estas definiciones del problema es
también una «forma» de enfocarlo. Podríamos clasificar estos enfoques
de la siguiente manera:
1. Parar la música.
2. Cambiarla.
3. No escucharla.
4. No molestarnos.
Todos estos son problemas en sí mismos (¿cómo lo hacemos?), pero
también son diferentes visiones del problema general.
Ésta es una parte de lo que a veces llamo «el concepto abanico».
El concepto abanico
A la derecha del papel colocamos el propósito de nuestro pensamiento.
Entonces podemos ver qué conceptos, instrucciones o enfoques pueden
conducirnos al mismo. Luego cogemos cada uno de éstos como un
destino en sí mismo y observamos qué conceptos o rutas alternativas
pueden conducimos allí. Por último, buscamos otras formas de realizar
dichos conceptos.
El problema general puede ser los «atascos de tráfico en las ciudades».
Los diferentes enfoques podrían ser:
1. Reducir el tráfico.
2. Conseguir un tráfico más fluido en las carreteras actuales.
3. Proporcionar más espacio para viajar.