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APRENDE A PENSAR POR TI MISMO- EDWARD DE BONO

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LO

¿Es suficiente con la información?

Hay ocasiones en las que el único propósito de nuestro pensamiento es

obtener la información que necesitamos. Hemos de pensar dónde podemos

obtenerla y si ésta será de confianza. También necesitamos información

para empezar a pensar dónde podemos encontrarla.

Hemos llegado a creer que tener información puede bastar y que recopilar

cada vez más facilitará nuestra labor de pensar. Esta creencia se

basa en los hábitos establecidos por la banda de los tres, y también está

fomentada por la escuela y la universidad. Hubo una época en la que se

podía enseñar toda la información útil y las escuelas y las universidades

consideraban que su trabajo era hacerlo. Esos días han quedado muy

atrás, pero las cosas no han cambiado demasiado. La información es

fácil de enseñar y de demostrar.

Sócrates creía que «el conocimiento lo era lodo» y, si lo tenías, la elección

y la acción eran obvias y fáciles. En vacaciones sales con la idea de

recorrer en coche la isla que vas a visitar. Si tuvieras un mapa de carreteras

te sería más fácil encontrar el camino. Si supieras que te puedes

fiar del mapa y que está actualizado la tarca sería aún más fácil. Si una

persona del lugar te hablara del estado de cada una de las carreteras, de

las condiciones de tráfico, de las vistas, etc., la elección de la ruta sería

muy sencilla. Claro está que aplicarías tus propios valores a la información.

¿Quieres la ruta con paisajes o prefieres llegar a la otra punta de la

isla lo más rápidamente posible? En este caso la información y los valores

son suficientes. No hay que pensar demasiado. Hay muchas situaciones

en las que la buena información hace que el pensamiento sea innecesario

o muy sencillo. Por lo tanto es mejor dirigir nuestro pensamiento hacia

cómo obtenerla.

El pensamiento clasificatorio o de casillas surgió de Aristóteles. Un

médico visita a un niño que tiene una erupción. ¿Cuál es el diagnóstico?

El doctor le mira a través de sus «casillas», que están etiquetadas como

«erupciones comunes en los niños». Quizá tenga quemaduras solares, es

posible que sea una alergia, quizás sea el sarampión. Cada una de estas

condiciones tiene su propia casilla, con una serie de características. El

médico juzga las peculiaridades que ve en el niño según cada casilla.

¿Hay fiebre? Una insolación o una alergia normalmente no producirían

fiebre. Así que el médico elige la casilla del «sarampión» y emite el diagnóstico.

La acción que se debe seguir es muy sencilla porque el trata-

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