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ostengo a Parches cerca de mi pecho y miro de mi mamá a mi papá
mientras se sientan a mi lado. Ambos me disparan sonrisas de labios
finos que no llegan a sus ojos mientras evitan mirarse. Miro la foto
de todos nosotros clavada en la parte de atrás de mi puerta, deseando poder
recuperar a esos padres, los que siempre me decían que todo estaría bien.
Respirando hondo, reprimo una tos, mientras mi papá intenta hablar
un poco.
Sostiene el calendario rosa que envían a todas las habitaciones con los
especiales diarios en la cafetería.
—Creo que esta noche habrá crema de brócoli para la cena. ¡Tu favorito,
Stell!
—Probablemente ella no estará lista para comer justo después de la
cirugía, Tom —le responde mi madre con un chasquido y su rostro cae ante
sus palabras.
Intento sonar entusiasta.
—Si me animo a hacerlo esta noche, ¡definitivamente tomaré un poco!
Alguien llama a la puerta y entra ordenadamente, con un gorro
quirúrgico y un par de guantes azules de látex. Mis padres se levantan, mi
papá se acerca para tomar mi mano.
Se necesita todo en mí para mantenerme en calma.
—Nos vemos en un rato, cariño —dice mi madre, mientras ambos me
dan grandes abrazos, que se prolongan un poco más. Hago una mueca
cuando mi sonda se frota contra ellos, pero me agarro fuerte, sin querer
soltarlos.
El camillero levanta las barandillas a los lados de mi camilla,
asegurándolas en su lugar con un clic. Miro el dibujo de Abby mientras me
sacan, los pulmones sanos me llaman. Deseo más que nada que ella
estuviera aquí conmigo ahora, tomando mi mano, cantando la canción.
El ayudante me hace rodar por el pasillo, las caras de mis padres se
desvanecen a medida que se alejan cada vez más, y entramos en el ascensor
al final del pasillo. Cuando las puertas se cierran, el camillero me sonríe.