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estación de enfermeras vacía y me detengo frente a su puerta, escuchando
música suave al otro lado.
Ella está ahí.
Tomando una respiración profunda, golpeo, el sonido de mis nudillos
retumbando en la madera desgastada.
Escucho la música apagarse y luego sus pasos a medida que se acerca
más y más, se detiene frente a la puerta, vacilando. Finalmente abre, sus
ojos color avellana hacen que mi corazón lata con fuerza en mi pecho.
Es tan bueno verla.
—Estás aquí —digo en voz baja.
—Estoy aquí —dice con frialdad, apoyándose en el marco de la puerta
y actuando como si no me hubiera ignorado durante todo el día—. Tengo tu
caricatura. Estás perdonado. Retrocede.
Rápidamente paso todo el camino de regreso a la pared del fondo,
poniendo los dos frustrantes metros entre nosotros. Nos miramos, y ella
parpadea, mira hacia otro lado para ver si hay enfermeras antes de mirar
hacia el piso de baldosas.
—Te perdiste nuestro tratamiento.
Ella parece impresionada de que realmente lo recordara, pero
permanece en silencio. Me doy cuenta de que sus ojos están rojos, como si
hubiese estado llorando. Y no creo que sea por lo que dije.
—¿Que está pasando?
Ella respira hondo, y cuando habla, puedo escuchar los nervios en sus
palabras.
—La piel alrededor de mi sonda G está bastante infectada. La Dra.
Hamid está preocupada por una sepsis. Va a raspar mi piel infectada y
reemplazará mi sonda gástrica en la mañana.
Cuando miro a sus ojos, veo que es mucho más que nervios. Tiene
miedo. Quiero llegar y tomar su mano en la mía. Quiero decirle que todo
estará bien y que esto no debería ser malo.
—Me aplicarán general.
¿Qué? ¿Anestesia general? ¿Con sus pulmones al 35 por ciento? ¿La
Dra. Hamid se volvió loca?
Agarro la barandilla en la pared para mantenerme en mi lugar.
—Mierda. ¿Tus pulmones están listos para eso? —Nos miramos el uno
al otro por un momento, el aire entre nosotros se siente como millas y millas.
Ella mira hacia otro lado, ignorando la pregunta.