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A_Dos_Metros_de_Ti

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Trazo una línea a través de él y miro a Will para ver que no está nada

sorprendido. Alguien me ha estado vigilando.

—Entonces, ¿Tu plan es morir realmente, realmente inteligente para

que puedas unirte al equipo de debate de los muertos? —Señala hacia la

ventana con su lápiz—. Alguna vez piensas, no sé... ¿Viajar por el mundo o

algo así?

Miro hacia atrás para ver el número 27, "Ir a la Capilla Sixtina con

Abby". No hay línea a través de esa.

Me aclaro la garganta, moviéndome.

—“Aprender a tocar el piano”. ¡Listo! "Hablar francés con fluidez"…

Will me interrumpe.

—En serio, ¿alguna vez haces algo fuera de la lista? No te ofendas, pero

nada de eso suena divertido. —Cierro la libreta y él continúa—. ¿Quieres

escuchar mi lista? Tomar una clase de pintura con Bob Ross. Un montón

de pequeños árboles felices y amarillo cadmio que no crees que funcionarán,

pero luego...

—Está muerto —le digo.

Él me da una sonrisa torcida.

—Ah, bueno, entonces supongo que tendré que conformarme con tener

sexo en el Vaticano.

Ruedo mis ojos hacia él.

—Creo que tienes una mejor oportunidad de conocer a Bob Ross.

Guiña, pero luego su rostro se pone serio. Más serio de lo que nunca lo

he visto.

—Bien, bien. Me gustaría viajar por el mundo y realmente poder verlo,

¿sabes? No solo el interior de los hospitales. —Baja la vista y sigue

dibujando—. Todos son como lo mismo. Las mismas habitaciones genéricas.

Los mismos pisos de baldosas. El mismo olor estéril. He estado en todas

partes sin ver nada.

Lo miro, realmente miro, observando la forma en que su cabello cae en

sus ojos mientras dibuja, la expresión de concentración en su rostro, no

más expresión de sonrisita. Me pregunto cómo sería recorrer todo el mundo,

pero nunca poder salir de las paredes del hospital. No me importa estar en

el hospital. Me siento segura aquí. Cómoda. Pero he venido al mismo casi

toda mi vida. Es como estar en casa.

Si hubiese podido estar en Cabo la semana pasada, pero me quedara

dentro de un hospital, no me sentiría decepcionada. Seria miserable.

—Gracias —le digo.

—¿Por qué? —pregunta, mirando hacia arriba para encontrar mis ojos.

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