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cafetería cuando llego, su cabello en una cola de caballo desordenada,
círculos oscuros colgando pesadamente debajo de sus ojos.
Luce más delgada que yo.
Le doy un gran abrazo, tratando de no hacer una mueca cuando roza
mi sonda.
—¿Todo bien? —pregunta, sus ojos evaluándome.
Asiento.
—¡Genial! Los tratamientos son muy sencillos. Respirando mejor ya.
¿Todo bien contigo? —pregunto, estudiando su rostro.
Asiente, dándome una gran sonrisa que no llega a sus ojos.
—Sí, ¡todo bien!
Nos metemos en la larga cola y conseguimos nuestros platos
habituales, una ensalada César para ella, una hamburguesa y una malteada
para mí, y un plato colmado de papas fritas para compartir.
Nos las arreglamos para tomar asiento en la esquina junto a las amplias
ventanas de vidrio, a una distancia cómoda de todos los demás. Miro hacia
afuera mientras comemos, viendo que la nieve sigue cayendo suavemente,
una manta blanca que se acumula constantemente en el suelo. Espero que
mi mamá se vaya antes de que se ponga muy pesada.
He terminado mi hamburguesa y el 75 por ciento de las papas fritas en
la cantidad de tiempo que le lleva a mi madre comer aproximadamente tres
bocados de su ensalada. La observo mientras agarra su comida, con la cara
cansada. Parece que ha estado buscando en Google nuevamente, hasta las
primeras horas de la mañana, leyendo página tras página, artículo tras
artículo, sobre trasplantes de pulmón.
Mi padre era el único que solía mantenerla calmada, alejándola de su
espiral de preocupación con solo una mirada, consolándola de una manera
que nadie más podía.
—La dieta del divorcio no te sienta bien, mamá.
Me mira sorprendida.
—¿De qué estás hablando?
—Estás demasiado delgada. Papá necesita un baño. ¡Ustedes se están
robando mi aspecto!
¿No pueden ver que se necesitan? Quiero decir.
Ella se ríe, agarrando mi malteada.
—¡No! —grito mientras toma un dramático trago. Me lanzo por encima
de la mesa, tratando de recuperarla, pero la tapa sale volando, la malteada
de chocolate cubriéndonos a las dos. Por primera vez en mucho tiempo, nos
reímos a carcajadas.