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A_Dos_Metros_de_Ti

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Presiono pausa cuando la cámara se acerca a la cara de Stella, todas

sus facciones cobran vida en el resplandor del foco. Despreocupada,

sonriente y feliz, allá arriba en el escenario junto a su hermana y su padre.

Me pregunto qué la puso tan... tensa ayer.

Me paso los dedos por el cabello, observando su largo cabello, la sombra

de su clavícula, la forma en que sus ojos marrones brillan cuando sonríe.

Su adrenalina le da a su cara una pizca de color, sus mejillas un rosa

brillante y alegre.

No voy a mentir. Ella es bonita.

Realmente bonita.

Miro hacia otro lado y... espera un segundo. No hay forma. Resalto el

número con mi cursor.

—¿Cien mil vistas? ¿Me estás tomando el pelo?

¿Quién es esta chica?

Ni siquiera una hora más tarde, mi primera siesta después de toda la

noche despierto es interrumpida por una fuerte alarma en el pasillo, y luego

mi madre y la Dra. Hamid entran en mi cuarto para una visita nocturna.

Aburrido, reprimo un bostezo y miro hacia el patio vacío, los vientos fríos y

el pronóstico de nieve hace que todos se mantengan dentro.

Nieve. Al menos eso es algo que esperar.

Apoyo mi cabeza contra el frío cristal, ansioso por que el mundo exterior

se cubra con una manta blanca. No he tocado nieve desde la primera vez

que mi mamá me envió a un centro de tratamiento de primera línea para

ser un conejillo de indias para un medicamento experimental para combatir

la B. cepacia. Fue en Suecia, y habían estado perfeccionando esto durante

media década.

Claramente, no se "perfeccionó" lo suficiente, porque salí de allí y

regresé a casa en aproximadamente dos semanas.

En este punto no recuerdo mucho de esa estancia en particular. Lo

único que recuerdo de la mayoría de mis viajes al hospital es el blanco.

Sábanas blancas de hospital, paredes blancas, batas de laboratorio blancas,

todo junto. Pero sí recuerdo las montañas y montañas de nieve que cayeron

mientras estuve allí, el mismo blanco, solo que hermoso, menos estéril. Real.

Había estado soñando con ir a esquiar en los Alpes, maldita sea la función

pulmonar. Pero la única nieve que pude tocar fue en el techo del Mercedes

de alquiler de mi madre.

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