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—¿Cómo estuvo el concierto?
Se encoge de hombros.
—Ah, ya sabes.
—¡Me alegro de que estés tocando de nuevo! —digo alegremente,
haciendo mi mejor esfuerzo por parecer positiva para él.
—¿Tu dolor de garganta está mejorando? —pregunta, dándome una
mirada preocupada.
Asiento, tragando para confirmar que la crudeza en mi garganta ha
comenzado a disminuir.
—¡Ya está un millón de veces mejor! —El alivio llena sus ojos, y cambio
de tema rápidamente antes de que pueda hacer más preguntas relacionadas
con el tratamiento—. ¿Cómo está tu nuevo apartamento?
Me da una sonrisa exagerada.
—¡Es genial! ¡Tiene una cama y un baño! —Su sonrisa se desvanece
ligeramente, y se encoge de hombros—. Y no mucho más. Estoy seguro de
que el lugar de tu mamá es mejor. Ella siempre puede hacer que cualquier
lugar se sienta como en casa.
—Tal vez si la llamas…
Él sacude su cabeza hacia mí y me corta.
—Continuando. En serio, está bien, cariño. El lugar es genial, y te tengo
a ti ¡y a mi guitarra! ¿Qué más necesito?
Mi estómago se contrae, pero alguien toca a mi puerta y entra Julie,
sosteniendo una bandeja de color verde oscuro con un montón de comida.
Mi papá la ve y se ilumina.
—¡Julie! ¿Cómo has estado?
Julie deja la bandeja y le presenta su barriga. Para alguien que insistió
durante los últimos cinco años en que nunca tendría hijos, parece
ridículamente ansiosa por tener hijos.
—Muy ocupada, ya veo —dice mi papá, sonriendo ampliamente.
—Hablamos luego, papá —le digo, moviendo mi cursor hacia el botón
de finalizar llamada—. Te amo.
Me saluda antes de que termine el chat. El olor a huevos y tocino sale
del plato, una malteada gigante de chocolate sentada en la bandeja al lado.
—¿Necesitas algo más, Stell? ¿Algo de compañía?
Miro su vientre de mamá, sacudiendo mi cabeza mientras una
sorprendente oleada de desprecio llena mi pecho. Amo a Julie, pero
realmente no estoy de humor para hablar sobre su nueva pequeña familia
cuando la mía se desmorona.