You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
cruzar el puente hacia el Edificio 2 e ir directamente a la Unidad de
Cuidados Intensivos Neonatales.
Una de las ventajas de venir aquí durante más de una década es que
conozco el hospital tan bien como la casa en la que crecí. Cada corredor
sinuoso o escalera oculta, o atajo secreto, los he explorado una y otra vez.
Pero antes de que pueda abrir las puertas dobles, la puerta de una
habitación se abre a mi lado, y giro la cabeza con sorpresa para ver el perfil
de un chico alto y delgado que nunca había visto. Está parado en la puerta
de la habitación 315, sosteniendo un cuaderno de bocetos en una mano y
un lápiz de carbón en la otra, un brazalete blanco de hospital como el mío
envuelto alrededor de su muñeca.
Me detengo en seco.
Su cabello despeinado, marrón chocolate oscuro es perfectamente
rebelde, como si acabara de salir de una revista Teen Vogue y aterrizar justo
en el medio del Hospital Saint Grace. Sus ojos son de un azul profundo, las
esquinas se arrugan mientras habla.
Pero es su sonrisa la que me llama la atención más que cualquier otra
cosa. Es ladeada, encantadora y tiene un calor magnético.
Él es tan lindo, mi función pulmonar se siente como que cayó otro 10
por ciento.
Es bueno que esta máscara me cubra la mitad de la cara, porque no
planifiqué chicos lindos en mi piso durante esta estadía en el hospital.
—He cumplido con sus horarios —dice mientras pone el lápiz
casualmente detrás de la oreja. Me desvío ligeramente hacia la izquierda y
veo que está sonriendo a la pareja que vi entrar al hospital antes—.
Entonces, a menos que pongas tu trasero en el botón de llamada, nadie te
va a molestar por al menos una hora. Y no lo olvides. Tengo que dormir en
esa cama, amiga.
—Muy por delante de ti. —Observo mientras la chica abre la cremallera
de la bolsa de lona que está sosteniendo para mostrarle las mantas.
Espera. ¿Qué?
Chico lindo silba.
—Mira eso. Una Girl Scout regular.
—No somos animales, hombre —le dice el novio de ella a él, dándole
una gran sonrisa de amigo a amigo.
Oh Dios mío. Asqueroso. Está dejando que sus amigos lo hagan en su
habitación, como si fuera un motel.
Hago una mueca y vuelvo a caminar por el pasillo hacia las puertas de
salida, poniendo tanto espacio como sea posible entre cualquier esquema
que esté ocurriendo allí y yo.