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Ella presiona reproducir.
—Mi bella, mandona Stella —dice Will, su rostro aparece en la pantalla,
su cabello es su habitual y encantador desorden, su sonrisa tan
desequilibrada como siempre.
—Supongo que es cierto lo que dice ese libro tuyo: el alma no sabe nada
de tiempo. Estas últimas semanas me durarán para siempre. —Respiró
hondo, sonriendo con esos ojos azules—. Lo único que lamento es que nunca
pudiste ver tus luces.
Miro hacia arriba, sorprendida, mientras las luces en mi habitación se
apagan de repente. Veo a Julie de pie junto al interruptor.
De repente, el patio exterior de la ventana de la sala de recuperación
está en llamas, todo el espacio lleno con las luces parpadeantes del parque,
girando alrededor de las farolas y los árboles. Jadeo cuando lanzan un brillo
en mi habitación. Barb y Julie mueven la cama, la hacen rodar hasta la
ventana para que pueda ver.
Y allí, al otro lado del cristal, de pie bajo un dosel de esas hermosas
luces, está Will.
Mis ojos se abren cuando me doy cuenta de lo que está pasando.
Él se está yendo. Will se va. Agarro las sábanas mientras un dolor
diferente se hace cargo.
Él me sonríe, mira hacia abajo y saca su teléfono. Detrás de mí, mi
teléfono empieza a sonar. Julie me lo trae, poniéndolo en altavoz. Abro la
boca para hablar, para decir algo, para decirle que se quede, pero no sale
nada.
El tubo del ventilador silba.
Intento decirle de alguna manera a través de mi mirada que no se vaya.
Que lo necesito.
Él me da una leve sonrisa, y veo las lágrimas en sus ojos azules.
—Finalmente, te tengo sin palabras —dice, su voz saliendo del teléfono.
Levanta la mano y la pone contra el cristal de la ventana. Levanto
débilmente la mía, apoyándola sobre la suya, el vidrio es lo último que nos
mantiene separados.
Quiero gritar.
Quédate.
—La gente en las películas siempre dice: 'Tienes que amar a alguien lo
suficiente como para dejarlo ir'". —Sacude la cabeza, tragando, luchando
por hablar—. Siempre pensé que era una tontería. Pero verte casi morir...
Su voz se desvanece, y mis dedos se enroscan contra la ventana fría,
queriendo romperla, pero apenas puedo manejar un golpe.