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Todo lo que puedo ver es su cuerpo encorvado sobre el mío, todo su
aire dado a mí.
—Stella. —Escucho una voz débil diciendo—: Estoy aquí.
Will.
Está vivo.
Giro mi cabeza hacia el sonido de la voz, mis ojos se encuentran con
los suyos.
No podemos estar a más de cinco metros de distancia, pero se siente
más lejos que nunca. Quiero estirarme, tocarlo. Asegurarme de que está
bien.
—Acepta los pulmones —susurra, mirándome como si yo fuera la única
aquí.
No. No puedo. Si me acepto los pulmones, lo sobreviviré cerca de una
década. Si no los acepto, será más peligroso para mí que nunca. No nos
dejarán en el mismo código postal, y mucho menos en la misma habitación.
¿Y si tengo B. cepacia después de obtener los pulmones sanos que todos los
pacientes con FQ quieren? Estaría mal. Sería devastador.
—Aceptarás los pulmones, Stella —dice mi madre a mi lado, apretando
su mano alrededor de mi brazo.
Miro a mi papá, agarrando su mano desesperadamente.
—¿Sabes cuántas cosas voy a perder con la FQ? ¿Que ya he perdido?
Los pulmones no cambiarán eso.
Estoy cansada. Estoy cansada de pelear conmigo misma.
Todo el mundo está tranquilo.
—Sin embargo, no quiero perder a Will —le digo, con toda seriedad—.
Lo amo, papá.
Miro de mi padre a mi madre y luego a Barb y a la Dra. Hamid.
Deseando que lo entiendan.
—Tómalos. Por favor —dice Will, y lucha por salir de debajo de una
manta de emergencia, la piel de su pecho, estómago y abdomen de un color
azul pálido. Sus brazos ceden cuando Julie y una mujer con sus mismos
ojos lo empujan hacia abajo.
—Pero si lo hago, no cambia nada para nosotros, Will. Lo empeora —
digo, sabiendo que los nuevos pulmones no me librarán de la fibrosis
quística.
—Un paso a la vez —dice, sosteniendo mi mirada—. Esta es tu
oportunidad. Y eso es lo que ambos queremos. No pienses en lo que has
perdido. Piensa en cuánto tienes que ganar. Vive, Stella.