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Moviendo mi pie con impaciencia, verifico el estado de mi auto,
entrecerrando los ojos cuando veo movimiento al otro lado de las puertas.
El vidrio se empaña y veo como una mano se acerca para dibujar un
corazón.
Stella.
Puedo verla ahora, en la oscuridad.
Nos miramos fijamente, el vidrio de la puerta entre nosotros. Ella está
envuelta en una gruesa chaqueta verde. Una bufanda envuelta firmemente
alrededor de su cuello, un par de guantes en sus pequeñas manos, su
mochila colgada sobre su hombro.
Levanto la mano, presionando mi palma contra el vidrio, dentro del
corazón que ella dibujó.
Ella dobla su dedo, diciéndome que salga.
Mi corazón salta ¿Qué está haciendo? Tiene que volver adentro; está
congelando. Tengo que ir a buscarla.
Empujo con cuidado a través de la puerta, el aire frío me golpea en la
cara. Tirando de mi gorro más abajo sobre mis oídos, me acerco a ella, mis
pasos crujen ruidosamente mientras camino a través de la manta perfecta
de blanco.
—Vayamos a ver las luces —dice mientras me detengo a su lado, el taco
de billar invisible entre nosotros. Está emocionada. Casi maníaca.
Miro en dirección a las luces navideñas, sabiendo lo lejos que están.
—Stella, eso tiene que estar a cinco kilómetros de distancia. Vuelve
adentro...
Me interrumpe.
—Me voy. —Sus ojos se encuentran con los míos, resueltos y llenos de
algo que nunca antes había visto allí, algo salvaje. Irá con o sin mí—. Ven
conmigo.
Soy todo por ser rebelde, pero esto parece un deseo de muerte. ¿Dos
chicos con pulmones que apenas funcionan caminando cinco kilómetros en
una dirección para mirar las luces?
—Stella. Ahora no es el momento de ser rebelde. ¿Se trata de Poe? Esto
es sobre Poe, ¿no es así?
Se vuelve hacia mí.
—Se trata de Poe. Se trata de Abby. Se trata de ti y de mí, Will, y de
todo lo que nunca podremos hacer juntos.
Me quedo en silencio, mirándola. Sus palabras suenan como si
pudieran salir directamente de mi boca, pero cuando las escucho de ella, no
suenan igual.