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Mi teléfono vibra ruidosamente en el piso, pero lo ignoro, no queriendo
hablar con nadie. Will. Mis padres. Camila y Mya ¿Cuál es el punto? Moriré
o lo harán, y este ciclo de personas que mueren y personas que están de
duelo simplemente continuará.
Si este año me ha enseñado algo, es que el dolor puede destruir a una
persona. Destruyó a mis padres. Destruirá a los padres de Poe. A Michael.
Y a mí.
Durante años había estado tan bien con morir. Siempre he sabido que
sucedería. Ha sido una cosa inevitable con la que he vivido desde siempre,
esta conciencia de que moriría mucho antes que Abby y mis padres.
Sin embargo, nunca estuve, nunca, lista para llorar.
Escucho voces en el pasillo y me levanto, recorriendo los restos de la
puerta de mi habitación, levantando mi teléfono mientras voy, sintiendo que
vibra en la palma de mi mano. Me dirijo hacia el pasillo, dirigiéndome a la
habitación de Poe, mirando como alguien entra con una caja. Lo sigo, sin
saber realmente por qué. Cuando miro dentro, una parte de mí espera ver a
Poe sentado allí, mirándome mientras paso, como si todo esto fuera un
sueño horrible.
Puedo escucharlo decir mi nombre. Stella. La forma en que lo decía,
con esa mirada de calidez en sus ojos, esa sonrisa jugando en sus labios.
En cambio, es una habitación de hospital vacía, un monopatín solitario
apoyado en la cama. Uno de los pocos rastros de que Poe, mi maravilloso
mejor amigo, Poe, incluso la había llenado. Y Michael se sienta en la cama,
con la cabeza entre las manos, la caja vacía junto a él. Ha venido por las
cosas de Poe. El cartel de Gordon Ramsay. Las camisetas de fútbol. El
estante de especias.
Su cuerpo está temblando de los sollozos. Quiero decir algo para
consolarlo. Pero no tengo las palabras. No puedo salir fuera del pozo
profundo dentro de mí.
Así que cierro los ojos con fuerza, apartando la cabeza y sigo
caminando.
Cuando paso, las yemas de mis dedos se arrastran por la puerta de la
habitación de Will. La luz está encendida, brillando debajo del fondo,
desafiándome a tocar. A ir hacia él.
Aunque sigo a la deriva. Mis pies me suben y bajan por los pasillos y
por las puertas hasta que miro hacia arriba y veo el letrero de la sala de
juegos de los niños, el aliento atrapado en mi garganta mientras observo las
coloridas letras. Aquí fue donde empezó todo. Donde jugué con Poe y Abby,
Ninguno de los tres sabía que teníamos tan poca vida por delante.
Gran parte de esa vida aquí dentro de este hospital.