Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
Una forma se inclina sobre él, abriendo su camiseta de fútbol de
Colombia favorita, que su madre le envió para su cumpleaños, y le da dos
palmadas en el pecho. Finalmente veo su rostro; sus ojos están vueltos hacia
atrás, su piel azul.
Mis brazos y piernas se adormecen.
—¡Poe! —grito, queriendo llegar a él, queriendo que esté bien.
Los ojos de Barb se encuentran con los míos y grita:
—¡No! Que alguien la saque de aquí.
—Neumotórax de tensión masiva. Su pulmón está colapsando.
¡Necesitamos una bandeja de intubación! —grita una voz, y me quedo
mirando su pecho inmóvil, tratando de levantarlo.
Respira. Él tiene que respirar.
Los cuerpos están a mi alrededor y trato de empujarlos más allá.
Necesito llegar a él. Necesito llegar a Poe. Lucho contra brazos y hombros,
tratando de alejarlos.
—¡Cierra esa puerta! —dice Barb mientras unas manos me sacan al
pasillo. Escucho su voz una vez más, hablando con Poe—. ¡Pelea, bebé!
¡Pelea, maldita sea!
Veo a Julie, sus ojos oscuros.
Entonces la puerta se cierra en mi cara.
Me tropiezo hacia atrás, girándome para ver a Will de pie detrás de mí.
Su rostro tan pálido como estaba el de Poe. Él se acerca a mí, luego cierra
sus manos en puños, frustración llenando sus ojos. Siento que me voy a
enfermar. Alcanzo la pared, deslizándome por el suelo, respirando con un
grito ahogado. Will se sienta contra la pared, a tres metros de distancia.
Envuelvo mis brazos temblorosos alrededor de mis piernas, descansando mi
cabeza en mis rodillas y apretando mis ojos fuertemente. Todo lo que veo es
a Poe tendido allí.
Calcetines a rayas.
Camiseta de fútbol amarilla.
Esto no puede ser real.
El vendrá. Tiene que venir. Se sentará y hará una broma sobre comer
demasiada pasta o desmayarse demasiado con Anderson Cooper, y me
preguntará si quiero ir con él por una malteada. Las mismas malteadas que
tomamos desde hace diez años.
Las mismos malteadas que necesitamos tomar juntos durante otra
década.
Escucho pasos y levanto la cabeza para ver a la Dra. Hamid corriendo
por el pasillo.