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bservo a mi madre adormecida desde el borde de mi cama mientras
discute con la Dra. Hamid. Como si gritar al respecto, de alguna
manera ayudaría a cambiar los resultados de mis estadísticas. No
ha habido ningún cambio con la Cevaflomalina.
No es exactamente el mejor regalo de cumpleaños.
—Tal vez hay una interacción de drogas adversa. ¿Algo que impida que
la nueva droga funcione como debería? —responde ella, sus ojos
prácticamente frenéticos.
La Dra. Hamid respira hondo, sacudiendo la cabeza.
—Las bacterias en los pulmones de Will están profundamente
colonizadas. La penetración de antibióticos en el tejido pulmonar requiere
tiempo para cualquier medicamento. —Señala mi IV diaria de
Cevaflomalina—. Esta droga no es diferente.
Mi madre respira hondo, agarrando el borde de mi cama.
—Pero si no es efectivo…
No otra vez. No me voy a ir de nuevo. Me pongo de pie, cortándola.
—¡Suficiente! Se acabó, mamá. Tengo dieciocho años, ¿recuerdas? No
voy a ir a más hospitales.
Se gira para mirarme, y puedo decir que está lista para este momento,
con los ojos llenos de ira.
—¡Lamento estar arruinando tu diversión al tratar de mantenerte vivo,
Will! La peor madre del año, ¿verdad?
La Dra. Hamid retrocede lentamente hacia la puerta, sabiendo que esta
es la razón para irse. Mis ojos vuelven a mi madre y la miro.
—Sabes que soy una causa perdida, ¿verdad? Sólo lo estás
empeorando. Ningún tratamiento me va a salvar.
—¡Bien! —responde—. Detengamos los tratamientos. Dejemos de
gastar dinero. Dejemos de intentar. ¿Entonces qué, Will? —Me mira,
exasperada—. ¿Te tumbas en una playa tropical y dejas que la marea te
lleve? ¿Algo estúpido y poético?