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a seguir mis cirugías, mis tratamientos y mis visitas a Saint Grace's, y me
acompañaron a través de mi incómoda fase de frenillos y todo.
—Mi función pulmonar ha bajado al treinta y cinco por ciento —digo
mientras vuelvo la cámara hacia mí—. La Dra. Hamid dice que estoy
subiendo constantemente a la cima de la lista de trasplantes ahora, por lo
que estaré aquí por un mes, tomando antibióticos y apegándome a mi
régimen... —Mis ojos viajan al dibujo detrás de mí, los pulmones sanos se
ciernen sobre mi cabeza, fuera de mi alcance.
Sacudo la cabeza y sonrío, inclinándome para agarrar una botella del
carrito de la medicina.
—Eso significa tomar mis medicamentos a tiempo, usar mi AffloVest
para disolver esa mucosidad y —levanto la botella—, una gran cantidad de
nutrición líquida a través de mi sonda gástrica todas las noches. Si alguna
de las damas allí afuera deseaba poder comer cinco mil calorías al día y aún
tener un cuerpo de playa listo para Cabo, estoy dispuesta a un intercambio.
Mi computadora se vuelve loca de pitidos, los mensajes llegan uno tras
otro. Leyendo unos pocos, dejo que la positividad elimine toda la negatividad
que sentí al entrar en esto.
—Pueden llegar nuevos pulmones en cualquier momento, ¡así que
tengo que estar lista! —digo las palabras como si las creyera de todo corazón.
Aunque después de todos estos años he aprendido a no hacerme
demasiadas ilusiones.
¡DING! Otro mensaje.
Mi corazón se calienta, y le doy una gran sonrisa final a la cámara, a
esa persona que lucha la misma pelea que yo. Esta vez es genuino.
—¡Muy bien, chicos, gracias por vernos! Tengo que revisar mis
medicamentos de la tarde y la noche ahora. Ya saben lo obsesiva que soy.
Espero que todos tengan una gran semana. ¡Adiós!
Termino el video en vivo y exhalo lentamente, cerrando el navegador
para ver las caras sonrientes y listas para el invierno en el fondo de mi
escritorio. Camila, Mya y yo, brazo a brazo, todas con el mismo lápiz labial
rojo intenso que habíamos elegido juntas en Sephora. Camila había querido
un rosa brillante, pero Mya nos había convencido de que el rojo era el color
que NECESITABAMOS en nuestra vida. Todavía no estoy convencida de que
eso sea cierto.
Recostada, recojo el panda desgastado que descansa sobre mis
almohadas y envuelvo mis brazos alrededor de él. Parches, lo llamaba mi
hermana Abby. Y que nombre tan apropiado le puso. Los años en que entré