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Por supuesto que lo está.
Ella mira el agua, moviendo los pies en círculos.
—Hay una teoría que me gusta que dice que, para entender la muerte,
tenemos que ver el nacimiento.
Agita la cinta en su cabello mientras habla.
—Entonces, mientras estamos en el útero, estamos viviendo esa
existencia, ¿verdad? No tenemos idea de que nuestra próxima existencia está
a solo unos centímetros de distancia. —Se encoge de hombros y me mira—
. Tal vez la muerte es lo mismo. Tal vez sea sólo la próxima vida. A unos
centímetros de distancia.
La próxima vida a solo unos centímetros de distancia. Frunzo el ceño y
lo pienso.
—Entonces, si el comienzo es la muerte y la muerte también es el final,
entonces ¿cuál es el verdadero comienzo?
Levanta sus gruesas cejas hacia mí, no se divierte con mi enigma.
—Está bien entonces, Dr. Seuss. ¿Por qué no me dices lo que piensas?
Me encojo de hombros y me recuesto.
—Es el gran sueño, nena. Tranquilo. Resplandeciente. Dicho y hecho.
Ella sacude su cabeza
—De ninguna manera. No hay forma de que Abby simplemente
"resplandezca". Me reúso a creerlo.
Me quedo en silencio, observándola, deseando hacer la pregunta
candente que he mantenido desde que descubrí que Abby murió.
—¿Qué le pasó? —pregunto—. ¿A Abby?
Sus piernas dejan de dar vueltas en la piscina, el agua sigue girando
alrededor de sus pantorrillas, pero me dice.
—Estaba haciendo clavadismo en un acantilado en Arizona y aterrizó
mal cuando golpeó el agua. Se rompió el cuello y se ahogó. Dijeron que no
sintió ningún dolor. —Se encuentra con mi mirada, con expresión
preocupada—. ¿Cómo podrían saberlo, Will? ¿Cómo podrían saber si sintió
dolor? Ella siempre estuvo ahí para mí cuando tenía dolor, y no estuve allí
para hacer lo mismo.
Sacudo la cabeza. Tengo que luchar contra todos mis instintos, que me
dicen que extienda la mano y tome la suya. No sé qué decir. Simplemente
no hay manera de saber. Ella mira al agua, con los ojos vidriosos, su mente
muy lejos, en la cima de un acantilado en Arizona.
—Se suponía que debía estar allí. Pero me enfermé, como siempre lo
hago. —Exhala lentamente, con esfuerzo, sus ojos sin parpadear, enfocados
en un punto en el fondo de la piscina—. Lo sigo imaginando, una y otra vez,