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Abro la puerta y ahí está ella. Viva.
Stella.
Sostiene el taco de billar, la punta de él tocando mi pecho, sus cejas
llenas en desafío.
—Dos Metros de distancia. ¿De acuerdo?
Exhalando, sacudo la cabeza, su discurso del video ya me hace querer
cerrar el espacio entre nosotros y besarla.
—Eso va a ser difícil para mí, no voy a mentir.
Ella me mira, con la mirada atenta.
—Sólo dime, Will. ¿Estás dentro?
Ni siquiera dudo.
—Estoy dentro.
—Entonces te veo en el atrio. Nueve en punto.
Y con eso, ella baja el taco de billar, dando la vuelta y caminando de
regreso a su habitación. La observo irse, sintiendo que la excitación supera
la duda que se sienta pesadamente en la boca del estómago.
Me río mientras ella sostiene el taco de billar en señal de victoria como
al final de The Breakfast Club, sonriéndome de nuevo antes de entrar a la
habitación 302.
Respiro hondo, asintiendo.
La fibrosis quística ya no me robará más.