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A_Dos_Metros_de_Ti

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—Todavía necesito comprar una toalla de playa para mañana.

Clásico de Camila.

Me pongo de pie, mi corazón se hunde en mi pecho ante la idea de que

se vayan, pero no quiero retenerlas.

—¡Entonces, tienen que irse! Su avión sale, como, al amanecer

mañana.

Mya mira alrededor de la habitación con tristeza mientras Camila

retuerce su bolsa de trajes de baño abatida alrededor de su mano. Las dos

están haciendo esto aún más difícil de lo que pensé. Me trago la culpa y la

molestia que viene burbujeando. No es como si se fueran a perder su viaje

de graduación a Cabo. Al menos estarán juntas.

Les doy a ambas una gran sonrisa, prácticamente empujándolas hacia

la puerta conmigo. Mis mejillas duelen por toda esta falsa positividad, pero

no quiero arruinarlo para ellas.

—Te enviaremos un montón de fotos, ¿de acuerdo? —dice Camila,

dándome un abrazo.

—¡Más te vale! Photoshopéame en algunas —le digo a Mya, que es una

maga en Adobe—. ¡Ni siquiera sabrás que no estuve allí!

Se detienen en la puerta, y les doy un exagerado movimiento de ojos,

empujándolas juguetonamente hacia el pasillo.

—Fuera de aquí. Tengan un gran viaje.

—¡Te queremos, Stella! —gritan mientras caminan por el pasillo. Las

veo irse, saludando con la mano hasta que los rizos rebotando de Mya están

completamente fuera de la vista, de repente no quieren nada más que salir

con ellos, ir a empacar en lugar de desempacar.

Mi sonrisa se desvanece cuando cierro la puerta y veo la vieja foto de

familia fijada con cuidado en la parte posterior de la puerta.

Fue tomada hace algunos veranos en el porche delantero de nuestra

casa durante una barbacoa del 4 de julio. Abby, mamá, papá y yo, con

sonrisas tontas en nuestras caras mientras la cámara captura el momento.

Siento una sensación de nostalgia al escuchar el sonido de la madera

desgastada y desvencijada de ese escalón delantero, crujiendo debajo de

nosotros cuando nos reíamos y nos acercábamos para tomar la foto. Extraño

ese sentimiento. Todos juntos, felices y sanos. En la mayor parte.

Esto no está ayudando. Suspirando, me alejo, mirando hacia el carrito

de la medicina.

Con toda honestidad, me gusta aquí. Ha sido mi hogar lejos de casa

desde que tenía seis años, por lo que generalmente no me importa venir.

Recibo mis tratamientos, tomo mi medicina, bebo mi peso corporal en

batidos, puedo ver a Barb y Julie, me voy hasta mi próximo ataque. Tan

simple como eso. Pero esta vez me siento ansiosa, incluso inquieta. Porque

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