04.12.2020 Views

2 pideme lo que quieras ahora y siempre de megan maxwell

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

¡Olé el chino! ¡Uisss, no...!, coreano-alemán.

Convencida de que el pequeño va a ser duro de roer, me levanto, voy al baño y me

miro en el espejo. Realmente, ¡tengo pelos de loca! Mi pelo se mojó anoche y no es ni

ondulado ni liso; es un refrito.

Eric entra en el baño, me abraza por detrás y, mientras lo observo a través del

espejo, apoya su barbilla en mi coronilla.

—Pequeña..., debes vestirte. Nos esperan.

—¿Nos esperan? —pregunto, asombrada—. ¿Quién nos espera?

Pero Eric no responde y me da un nuevo beso en la coronilla antes de marcharse.

—Te espero en el salón. Date prisa.

Cuando me quedo sola en el baño, me miro en el espejo. ¡Eric y sus secretitos! Al

final, decido darme una ducha. Al entrar de nuevo en el dormitorio, sonrío al ver que Eric

ha dejado sobre la cama mis pantalones vaqueros secos y mi camisa. ¡Qué mono! Una vez

vestida, recojo mi melena en una coleta alta y, cuando llego al salón, Eric se levanta y me

entrega un abrigo azulón que no es mío, pero sí de mi talla.

—Tu abrigo continúa húmedo. Ponte éste. Vamos....

Voy a preguntar adónde vamos cuando aparece Flyn con su abrigo, gorro y guantes

puestos. Sin abrir la boca y cogida de la mano de Eric, llego hasta el garaje. Nos montamos

en el Mitsubishi los tres y nos ponemos en camino. Al pasar junto a los cubos de basura de

la calle, miro con curiosidad y veo tumbado en un lateral, sobre la nieve, un perro. Me da

penita. ¡Pobrecito, qué frío debe de tener!

Suena la radio, pero para mi disgusto ¡no conozco esas canciones ni esos grupos

alemanes!

Media hora después, tras aparcar el coche en un parking privado, entramos en un

ascensor. Se abren las puertas en el quinto piso y un hombre alto, de aspecto impoluto,

grita, abriendo los brazos:

—¡Eric! ¡Flyn!

El pequeño se tira a sus brazos, y Eric le da la mano, sonriendo. Segundos después,

los tres me miran.

—Orson, ella es Judith, mi novia —me presenta Eric.

El tal Orson es un tiarrón rubio y descolorido. Vamos, alemán, alemán, de esos que

en verano se ponen del color de la sandía. Dejando a Flyn en el suelo, se acerca a mí.

—Encantado de conocerte.

—Lo mismo digo —respondo con educación.

El hombre me observa y sonríe.

—¿Española? —pregunta, dirigiéndose a Eric. Mi amor asiente, y el otro dice—:

¡Oh, España! ¡Olé, toro, castañetas!

Ahora sonrío yo. Escuchar eso me hace gracia.

—¡Qué española más guapa!

—Es preciosa, entre otras muchas cosas —asegura Eric, fusionando su mirada con

la mía, sonriente.

Voy a decir algo cuando Orson me agarra por la cintura.

—Ésta es tu casa desde este instante. —Y, sin dejarme responder, prosigue—:

Ahora ya sabes, relájate y disfruta. Desnúdate, y yo te proporcionaré todo lo que necesites.

Sin entender nada, miro a Eric. ¿Que me desnude?

Eric sonríe ante mi gesto.

¡Por el amor de Dios, Flyn está con nosotros!

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!