Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
fin, deja que culmine y llegue al clímax.
Cuando mi cuerpo se recupera de ese maravilloso ataque, Eric me vuelve a colocar
sobre su pecho y, con una sonrisa triunfal, me pide con voz ronca, cargada de erotismo:
—Fóllame, Jud.
Noto mis mejillas arreboladas por el deseo que mi alemán me provoca. No es la
chimenea la que me acalora, es Eric. Mi Eric. Mi alemán. Mi mandón. Mi cabezón. Mi
Iceman.
Dispuesta a que él disfrute tanto como yo, me acomodo y agarro su pene. Su
suavidad es exquisita. Lo miro con ojos de «relájate y disfruta» y, sin esperar ni un segundo
más, lo introduzco en mi vagina.
Estoy húmeda, empapada, y siento cómo la punta de su maravilloso juguete llega
hasta casi mi útero sin él moverse.
¡Dios, qué placer!
Muevo las caderas de izquierda a derecha en busca de más espacio, y luego me
aprieto sobre él. Eric cierra los ojos y jadea. Este movimiento cimbreante le gusta. ¡Bien!
Lo vuelvo a repetir mientras apoyo las manos en su pecho y le exijo:
—Mírame.
Mi voz. El tono exigente que utilizo en ese instante es lo que hace que Eric abra los
ojos rápidamente y me mire. Mando yo. Él me ha pedido que tome la iniciativa y me siento
poderosa. De pronto, varío el movimiento de mis caderas y, al dar un seco empujón hacia
adelante, Eric jadea en alto y, gustoso, se contrae.
Pone sus manos en mis caderas. La fiera interna de mi Eric está despertando. Pero
yo se las agarro y, entrelazando mis manos con las suyas, susurro:
—No..., tú no te muevas. Déjame a mí.
Está ansioso. Excitado. Caliente.
Su mirada me habla sola y sé lo que desea. Lo que piensa. Lo que ansía. De nuevo,
muevo mis caderas con fuerza. Me clavo más en él, y Eric vuelve a jadear. Yo también.
—¡Dios, pequeña...!, me vuelves loco.
Una y otra vez repito los movimientos.
Lo llevo hasta lo más alto, pero no lo dejo culminar. Quiero que sienta lo que me ha
hecho sentir minutos antes a mí, y su mirada se endurece. Yo sonrío. ¡Aisss..., cómo me
pone esa cara de mala leche! Sus manos intentan sujetarme y las detengo otra vez mientras
mis movimientos rápidos y circulares continúan llevándolo hasta donde yo quiero. Al
éxtasis. Pero su placer es mi placer, y cuando veo que ambos vamos a morir de combustión,
acelero mis acometidas hasta que un orgasmo maravilloso me toma por completo, y mi
Iceman, enloquecido, se contrae y se deja llevar.
Gustosa tras lo hecho, me dejo caer sobre él y me abraza. Me encanta sentirle cerca.
Nuestras respiraciones desacompasadas poco a poco se relajan.
—Te adoro, morenita —dice en mi oído.
Sus palabras, tan cargadas de amor, me enloquecen, y sólo puedo sonreír como una
tonta mientras sus brazos se cierran sobre mi cintura y me aprietan.
Su calor y mi calor se funden al unísono, y levantando la cabeza, lo beso.
Permanecemos durante unos minutos tirados en la alfombra, hasta que Eric, al ver
mi carne de gallina, me invita a levantarme. Ambos lo hacemos. Coge una manta oscura
que hay sobre el sillón y me la echa por encima. Después, desnudo, se sienta y, sin
soltarme, me hace que me siente sobre él y me retira el desordenado pelo de la cara.
—¿Qué pasaba por tu cabecita cuando has dicho que querías jugar a todo lo que yo