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2 pideme lo que quieras ahora y siempre de megan maxwell

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El sábado 29 de diciembre Eric me pide dedicarle el día entero a su sobrino. Sus

ojos al decírmelo me indican lo inquieto que está por ello, pero yo asiento convencida de

que es lo mejor para todos, en especial para Flyn. Eso sí, éste no desperdicia la oportunidad

siempre que puede de hacerme ver que yo estoy de más. No se lo tomo en cuenta. Es un

niño. Jugamos gran parte del día a la Wii y la Play, lo único que al crío parece motivarlo, y

le demuestro que las chicas sabemos hacer más cosas de las que él cree.

Me divierte observar cómo me mira cuando gano a Eric jugando a Moto GP o a él

mismo jugando una partida de Mario Bros. El niño no da crédito a lo que ve. ¡Una chica

ganándoles! Pero me dejo ganar por él al Mortal Kombat para darle un poco de cuartelillo y

que no me odie más. Flyn es un crío duro de pelar, digno sobrino de mi Iceman.

Durante todo el día, Eric y yo nos dedicamos totalmente a él y, por la noche, tengo

la cabeza como un bombo de tanta musiquita de videojuegos. Pero a la hora de la cena,

sorprendida, me percato de que Flyn me pregunta si quiero ensalada y me rellena mi vaso

de coca-cola sin que yo se lo pida cuando se me acaba. Esto es un comienzo, y Eric y yo

sonreímos.

Cuando por fin conseguimos agotar al niño y acostarlo, en la intimidad de nuestra

habitación, Eric vuelve a ser mío. Sólo mío. Disfruto de él, de su boca, de su manera de

hacerme el amor, y sé que él disfruta de mí y conmigo.

Mientras me penetra, no dejamos de mirarnos a los ojos y nos decimos cosas

calientes y morbosas. Su juego es mi juego, y juntos disfrutamos como locos.

El domingo, cuando me despierto, como siempre estoy sola en la cama. Eric y su

poco dormir. Miro el reloj. Las diez y ocho minutos. Estoy agotada. Tras la noche movidita

con Eric sólo deseo dormir y dormir, pero soy consciente de que en Alemania son muy

madrugadores y debo levantarme.

De pronto, la puerta se abre, y el objeto de mis más pecaminosos y oscuros deseos

aparece por ella con una bandeja de desayuno. Está guapísimo con ese jersey granate y los

vaqueros.

—Buenos días, morenita.

Este apelativo tan de mi padre me hace sonreír. Eric se sienta en la cama y me da un

beso de buenos días.

—¿Cómo está mi novia hoy? —pregunta con cariño.

Encantada de la vida y del amor que le profeso, me retiro el pelo de la cara y

respondo:

—Agotada, pero feliz.

Mi contestación le gusta, pero antes de que diga nada, me fijo en la bandeja y veo

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