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2 pideme lo que quieras ahora y siempre de megan maxwell

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sobrino, pero esto me lo dice otro y le suelto cuatro frescas, por muy niño que sea.

Eric sonríe como un tonto y responde mientras le revuelve el flequillo:

—No te asustes, pequeña. Lo hace para impresionarte. Y por cierto, Flyn sabe

hablar perfectamente en español.

Me quedo boquiabierta y antes de que pueda decir algo el pequeño se me adelanta:

—No soy un enano gruñón y si no juego contigo es porque quiero jugar sólo con mi

tío.

—Flyn... —le reprende Eric.

Convencida de que el comienzo con el niño no ha sido todo lo bueno que me

hubiera gustado, sonrío y murmuro:

—Retiro lo de «enano gruñón». Y tranquilo, no jugaré si tú no quieres.

Sin más, deja de mirarme y pulsa el play. La música atroz suena de nuevo; Eric me

guiña un ojo y se pone a jugar con él.

Durante veinte minutos observo cómo juegan. Ambos son muy buenos, pero me

percato de que yo sé movimientos que ellos desconocen y que no estoy dispuesta a

desvelar.

Cansada de mirar la pantalla y de que esos dos machitos en potencia pasen de mí,

me levanto y comienzo a andar por el enorme salón. Voy hasta una gran chimenea y me fijo

en las fotos que hay expuestas.

En ellas se ve a Eric junto a dos chicas. Una es Marta y supongo que la otra era

Hannah, la madre de Flyn. Se les ve sonreír y me doy cuenta de lo mucho que se parecían

Eric y Hannah: pelo claro, ojos celestes e idéntica sonrisa. Inconscientemente sonrío.

Hay más fotos. Sonia con sus hijos. Flyn de bebé en brazos de su madre vestido de

calabaza. Marta y Eric abrazados. Me sorprende ver una foto de Eric, mucho más joven y

con el pelo largo. ¡Guau, qué sexy mi Iceman!

—¡Hola, Judith!

Al oír mi nombre me vuelvo y me encuentro con la encantadora sonrisa de Marta.

Con el ruido existente no la he oído llegar. Nos abrazamos y dice, tomándome de la mano:

—Ya veo que esos dos guerreros te han abandonado por el juego.

Ambas los miramos y respondo con mofa:

—Según alguien, las chicas no sabemos jugar.

Marta sonríe, suspira y se acerca a mí.

—Mi sobrino es un pequeño monstruo en potencia. Seguro que él te ha dicho eso,

¿verdad? —Asiento, y ella vuelve a suspirar. Finalmente, añade—: Vayamos a la cocina a

tomar algo.

Salir del salón es para mí, y en especial para mis oídos, un descanso.

Cuando llegamos a la cocina veo a una mujer cocinando y nos saluda. Marta me la

presenta como Cristel, y cuando ésta regresa a sus quehaceres, pregunta:

—¿Qué te apetece tomar?

—Coca-cola.

Marta abre la nevera y coge dos cocas. Después me hace un movimiento con la

cabeza y la sigo hasta un bonito comedor que hay junto a la cocina. Nos sentamos a la mesa

y a través de la cristalera observo que Sonia, abrigada, está fuera de la casa hablando por

teléfono. Al vernos sonríe, y Marta murmura:

—Mamá y sus novios.

Eso me sorprende. Pero ¿Sonia no está casada con el padre de Marta?

Y cuando mi curiosidad está a punto de explotar, Marta da un trago a su coca-cola y

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