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2 pideme lo que quieras ahora y siempre de megan maxwell

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incomodidad es tan de mi Iceman que no me extraña que lo haga también. Pero, sin

demora, camino hacia el sillón y, aunque el pequeño no me mira, lo saludo en alemán.

—¡Hola, Flyn!

De pronto, vuelve su carita, clava sus oscuros y rasgados ojos en mí, y responde

mientras Eric le quita la gorra para dejar al descubierto su cabecita morena:

—¡Hola, señorita Judith!

¡Halaaaaaaa, qué fuerte!

¿Chino?

¿Flyn es chino?

Sorprendida por los rasgos orientales del pequeño cuando yo esperaba el típico niño

de ojos azules y blanquecino, intento reponerme del choque inicial y, con la mejor de mis

sonrisas, afirmo ante el gesto divertido de Eric:

—Flyn, puedes llamarme sólo Jud o Judith, ¿de acuerdo?

Sus ojos oscuros me escanean en profundidad y asiente. Su mirada desconfiada es

tan penetrante como la de su tío, y eso me pone la carne de gallina ¡Vaya dos! Pero antes de

que pueda decir nada más, entra en el salón la madre de Eric, Sonia.

—¡Oh, Dios!, qué maravilla poder hablar sin dar gritos. ¡Me voy a quedar sorda!

Flyn, cariño mío, ¿no puedes jugar con el volumen más bajo?

—No, Sonia —responde el pequeño aún con la vista clavada en mí.

¿Sonia?

Qué impersonal. ¿Por qué no la llamará abuela o yaya?

Durante unos instantes, observo que la mujer habla con el niño, hasta que le suena

el móvil. El pequeño se sienta de nuevo en el sillón cuando Sonia contesta.

—¿Jugamos una partida, tío? —pregunta.

Eric mira a su madre, pero ésta sale de la habitación a toda prisa. Finalmente, toma

asiento junto a su sobrino. Antes de que comiencen a jugar, me entremeto.

—¿Puedo jugar yo?

—Las chicas no sabéis jugar a esto —contesta el pequeño Flyn sin mirarme.

Mi cara es un poema y al desviar la vista hacia Eric intuyo que disimula una sonrisa.

¿Qué ha dicho ese enano?

Si algo he odiado durante toda mi vida es que los sexos condicionen para poder

hacer las cosas. Sorprendida por ello, me quedo observando al mocoso, que sigue sin

mirarme.

—¿Y por qué crees que las chicas no sabemos jugar a esto?

—Porque éste es un juego de hombres, no de mujeres —replica el infame mientras

vuelve a clavar sus achinados y oscuros ojos en mí.

—En eso te equivocas, Flyn —respondo con tranquilidad.

—No, no me equivoco —insiste el pequeño—. Las chicas sois unas torpes para los

juegos de guerra. A vosotras os gustan más los juegos de príncipes y moda.

—¿En serio crees eso?

—Sí.

—Y si yo te demostrara que las chicas también jugamos a Mortal Kombat.

El pequeño cabecea. Piensa su respuesta y finalmente asevera:

—Yo no juego con chicas.

Con los ojos como platos, miro a Eric en busca de ayuda y le pregunto en español:

—Pero ¿qué clase de educación machista le estás dando a este enano gruñón? —Y

antes de que responda, añado con una falsa sonrisa en mis labios—: Oye, mira, porque es tu

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