2 pideme lo que quieras ahora y siempre de megan maxwell
9Cuando me despierto no sé qué hora es. Miró el reloj. Faltan cinco minutos para lasdiez.Salto de la cama. Los alemanes son muy madrugadores y no quiero parecer un osodormilón. Me doy una ducha rápida y, tras ponerme un informal vestido de lana negro ymis botas altas, bajo al salón. Al entrar no hay nadie y camino hacia la cocina. Eric estásentado a una mesa redonda, leyendo un periódico. Al verme, cierra el diario.—Buenos días, dormilona —me saluda sin sonreír.Simona, que está cocinando, me mira y me saluda. Definitivamente, he quedadocomo un oso dormilón.—Buenos días —respondo.Eric no hace amago de levantarse ni besarme. Eso me extraña, pero reprimo misinstintos mientras rumio mi pena por no recibir mi beso de buenos días.Simona me ofrece embutidos, queso y miel. Pero al ver que niego con la cabeza ysólo pido café, saca un plum-cake hecho por ella misma y luego me empuja para que mesiente a la mesa junto a Eric.—¿Has dormido bien? —inquiere él.Hago un gesto afirmativo e intento no recordar mi excitante sueño. Si él supiera...Dos minutos después, Simona deja un humeante café con leche sobre la mesa y unbuen trozo de plum-cake. Hambrienta, me meto una porción en la boca y al percibir susabor a mantequilla y vainilla, exclamo:—¡Mmm, está buenísimo, Simona!La mujer, encantada, asiente y se marcha de la cocina mientras yo continúo con eldesayuno. Eric no habla, sólo me observa, y cuando ya no puedo más, lo miro y pregunto:—¿Qué pasa? ¿Por qué me miras así?Sin sonreír, se echa para atrás en la silla y responde:—Todavía no me creo que estés sentada en la cocina de mi casa. —Y antes de queyo pueda decir nada, cambia de tema y añade—: Cuando termines, iremos a casa de mimadre. Debo recoger a Flyn y comeremos allí. Después he quedado. Hoy tengo un partidode baloncesto.—¿Juegas al baloncesto? —pregunto, sorprendida.—Sí.—¿En serio?—Sí.—¿Con quién?—Con unos amigos.
—¿Y por qué no me habías dicho que jugabas al baloncesto?Eric me mira, me mira, me mira, y finalmente, murmura:—Porque nunca me lo has preguntado. Pero ahora estamos en Alemania, en miterreno, y puede ser que te sorprendan muchas cosas de mí.Asiento como una boba. Creía conocerlo y de pronto me entero de que hace tiroolímpico, juega al baloncesto y supuestamente me va a sorprender con más cosas. Sigocomiendo el delicioso desayuno. Volver a ver a su madre y conocer al pequeño Flyn sonsituaciones que me ponen nerviosa, por lo que no puedo callar lo que pulula por mi cabeza.—Cuando dijiste que aquí no erais muy efusivos en los saludos, ¿significa tambiénque tampoco habrá besos de buenos días?Noto que mi pregunta lo pilla por sorpresa, pero contesta mientras vuelve a abrir elperiódico:—Habrá besos siempre que los dos queramos.Vale..., me acaba de decir que ahora no le apetece a él. ¡Mierdaaaaaaaaaaa...! Meestá dando a probar mi misma medicina y yo soy muy mala enferma.Sigo comiendo el plum-cake, pero mi cara debe de ser tal que suelta:—¿Alguna pregunta más?Niego con la cabeza, y él vuelve a dirigir la vista al periódico, pero con el rabillo delojo veo que las comisuras de sus labios se curvan. ¡Qué bribón!Cuando termino totalmente el riquísimo desayuno, se levanta y yo hago lo mismo.Vamos hasta la entrada y aquí, tras abrir un armario, sacamos nuestros abrigos. Eric memira.—¿Qué pasa ahora? —le digo al ver su gesto.—Eso que llevas es poco abrigo. Esto no es España.Con mis manos toco mi abrigo negro de Desigual y aclaro:—Tranquilo, abriga más de lo que crees.Con el cejo fruncido, me sube el cuello del abrigo y, tras agarrarme de la mano,afirma mientras caminamos hacia el garaje por el interior de la casa:—Habrá que comprarte algo si no quiero que enfermes.Suspiro y no respondo. Tampoco voy a estar tanto tiempo aquí como para quenecesite comprarme nada. Una vez que subimos al Mitsubishi, Eric acciona un mando quehay en el coche. La puerta del garaje se abre mientras la calefacción del vehículo caldea elambiente en décimas de segundo. ¡Qué pasote el Mitsubishi!Suena la radio y sonrío al reconocer la música de Maroon 5. Eric conduce. Estáserio; vamos, como siempre. Y, sin necesidad de que yo le pregunte, comienza aexplicarme por dónde vamos pasando.Su casa, según me dice, está en el distrito de Trudering, un lugar bonito y donde a laluz del día veo que hay más viviendas como la de él alrededor. ¡Y menudas casas!, a cuálmás impresionante. Al salir a una carretera me indica que, un poco más al sur, hay camposagrícolas y pequeños bosques. Eso me emociona. Tener la naturaleza cerca, como en Jerez,para mí es esencial.Por el camino pasamos por el distrito de Riem, hasta llegar a un elegante barriollamado Bogenhausen. Aquí vive su madre. Tras recorrer calles flanqueadas por chalets,nos paramos ante una verja oscura, y mis nervios se tensan. Conozco a Sonia y sé que es unamor, pero es la madre de Eric, y eso me pone muy nerviosa.Una vez que Eric aparca el coche en el interior de un bonito garaje, me mira ysonríe. Me va conociendo y sabe que cuando estoy tan callada es porque estoy tensa.
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—¿Y por qué no me habías dicho que jugabas al baloncesto?
Eric me mira, me mira, me mira, y finalmente, murmura:
—Porque nunca me lo has preguntado. Pero ahora estamos en Alemania, en mi
terreno, y puede ser que te sorprendan muchas cosas de mí.
Asiento como una boba. Creía conocerlo y de pronto me entero de que hace tiro
olímpico, juega al baloncesto y supuestamente me va a sorprender con más cosas. Sigo
comiendo el delicioso desayuno. Volver a ver a su madre y conocer al pequeño Flyn son
situaciones que me ponen nerviosa, por lo que no puedo callar lo que pulula por mi cabeza.
—Cuando dijiste que aquí no erais muy efusivos en los saludos, ¿significa también
que tampoco habrá besos de buenos días?
Noto que mi pregunta lo pilla por sorpresa, pero contesta mientras vuelve a abrir el
periódico:
—Habrá besos siempre que los dos queramos.
Vale..., me acaba de decir que ahora no le apetece a él. ¡Mierdaaaaaaaaaaa...! Me
está dando a probar mi misma medicina y yo soy muy mala enferma.
Sigo comiendo el plum-cake, pero mi cara debe de ser tal que suelta:
—¿Alguna pregunta más?
Niego con la cabeza, y él vuelve a dirigir la vista al periódico, pero con el rabillo del
ojo veo que las comisuras de sus labios se curvan. ¡Qué bribón!
Cuando termino totalmente el riquísimo desayuno, se levanta y yo hago lo mismo.
Vamos hasta la entrada y aquí, tras abrir un armario, sacamos nuestros abrigos. Eric me
mira.
—¿Qué pasa ahora? —le digo al ver su gesto.
—Eso que llevas es poco abrigo. Esto no es España.
Con mis manos toco mi abrigo negro de Desigual y aclaro:
—Tranquilo, abriga más de lo que crees.
Con el cejo fruncido, me sube el cuello del abrigo y, tras agarrarme de la mano,
afirma mientras caminamos hacia el garaje por el interior de la casa:
—Habrá que comprarte algo si no quiero que enfermes.
Suspiro y no respondo. Tampoco voy a estar tanto tiempo aquí como para que
necesite comprarme nada. Una vez que subimos al Mitsubishi, Eric acciona un mando que
hay en el coche. La puerta del garaje se abre mientras la calefacción del vehículo caldea el
ambiente en décimas de segundo. ¡Qué pasote el Mitsubishi!
Suena la radio y sonrío al reconocer la música de Maroon 5. Eric conduce. Está
serio; vamos, como siempre. Y, sin necesidad de que yo le pregunte, comienza a
explicarme por dónde vamos pasando.
Su casa, según me dice, está en el distrito de Trudering, un lugar bonito y donde a la
luz del día veo que hay más viviendas como la de él alrededor. ¡Y menudas casas!, a cuál
más impresionante. Al salir a una carretera me indica que, un poco más al sur, hay campos
agrícolas y pequeños bosques. Eso me emociona. Tener la naturaleza cerca, como en Jerez,
para mí es esencial.
Por el camino pasamos por el distrito de Riem, hasta llegar a un elegante barrio
llamado Bogenhausen. Aquí vive su madre. Tras recorrer calles flanqueadas por chalets,
nos paramos ante una verja oscura, y mis nervios se tensan. Conozco a Sonia y sé que es un
amor, pero es la madre de Eric, y eso me pone muy nerviosa.
Una vez que Eric aparca el coche en el interior de un bonito garaje, me mira y
sonríe. Me va conociendo y sabe que cuando estoy tan callada es porque estoy tensa.