04.12.2020 Views

2 pideme lo que quieras ahora y siempre de megan maxwell

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

¡Qué rico lo que ha dichooooooo!

Pero esa miradita suya me pone cardíaca. Me provoca. Por eso, para alejarme de la

tentación, o soy capaz de arrancarle la camiseta de los Lakers a mordiscos, me levanto de la

silla y me acerco a la ventana para mirar al exterior. Llueve. Dos segundos después, lo noto

detrás de mí, aunque sin tocarme.

—¿Qué te apetece hacer hoy?

¡Guaaaaaau!, lo que me apetece hacer lo tengo claro: ¡sexo! Pero no, no pienso

decirlo, así que me encojo hombros.

—Lo que tú quieras.

—¡Mmm...! ¿Lo que yo quiera? —susurra cerca de mi oreja.

¡Madre, madre, madre! A Iceman le apetece lo mismo que a mí. ¡Sexo!

Escuchar su voz e imaginar lo que está pensando me ponen la carne de gallina. Sin

que pueda evitarlo, me vuelvo para mirarlo, y él añade con ojos guasones:

—Si es lo que yo quiera, ya puedes desnudarte, pequeña.

—Eric...

Divertido, sonríe y se aleja de mí tras tentarme como un auténtico demonio.

—¿Quieres que vayamos a Zahara para ver a Frida y Andrés? —pregunta cuando

está lo suficientemente lejos.

Ésa me parece una excelente idea y acepto encantada.

Media hora después, los dos vamos en su coche en dirección a Zahara de los

Atunes. Llueve. Hace frío. Pone música y vuelve a sonar ¡Convénceme! ¿Por qué de nuevo

esta canción? Cierro los ojos y maldigo en silencio. Cuando los abro, miro por la ventanilla.

Me mantengo callada.

—¿No cantas?

Mentalmente sí que lo hago, pero no lo pienso admitir.

—No me apetece.

Silencio entre los dos hasta que Eric lo rompe de nuevo.

—¿Sabes?, una vez una preciosa mujer a la que adoro me comentó que su madre le

había dicho que cantar era lo único que amansaba a las fieras y...

—¿Me estás llamando animal?

Sorprendido, da un respingo.

—No..., ni mucho menos.

—Pues canta tú si quieres; a mí no me apetece.

Eric hace un gesto afirmativo y se muerde el labio. Finalmente, asegura con

resignación:

—De acuerdo, pequeña, me callaré.

La tensión en el ambiente es palpable, y ninguno abre la boca durante lo que dura el

trayecto. Cuando llegamos a nuestro destino, Frida y Andrés me abrazan encantados; en

especial, Frida, que en cuanto puede me aparta de los hombres y cuchichea:

—Por fin, por fin... ¡Cuánto me alegra ver que estáis de nuevo juntos!

—No cantes victoria tan pronto, que lo tengo en cuarentena.

—¿Cuarentena?

Sonrío irónicamente.

—Lo tengo castigado sin sexo ni cariñitos.

—¿Cómo?

Tras mirar a Eric y contemplar su semblante ceñudo, musito:

—Él me castiga cuando hago algo mal, y a partir de ahora he decidido que voy a

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!