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2 pideme lo que quieras ahora y siempre de megan maxwell

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dura apretándose contra mi trasero. Me besa los hombros y lo disfruto.

—¿Te gustaría compartirme con otro hombre?

—Sólo si tú quieres, cariño.

Voy a soltar vapor por las orejas de un momento a otro.

—Lo deseo. Te miraría a los ojos y saborearía tu boca mientras otro me posee.

—Sí...

—Tú le darás acceso a mi interior. Me abrirás para él y observarás cómo se encaja

en mí una y otra vez, mientras yo jadeo y te miro a los ojos.

Noto cómo Eric traga con dificultad. Eso lo ha puesto cardíaco. A mí cardíaca no...,

lo siguiente.

Y cuando pone sus ardientes labios en la base de mi nuca y me besa, doy un

respingo, me alejo de él y, mirándolo a los ojos, digo con todo mi pesar:

—No, Eric..., estás castigado.

Con coquetería me sujeto el vestido para que no se me caiga y me alejo.

—Buenas noches —me despido.

Me meto en mi habitación y cierro la puerta. Tiemblo. Le acabo de hacer lo mismo

que él me hizo aquella vez en el bar de intercambios. Calentarlo para nada.

Ardor.

Excitación.

Calor..., mucho calor.

Me quito el vestido y lo dejo sobre una silla. Vestida sólo con el tanga negro, me

siento a los pies de la cama y miro la puerta. Sé que va a venir. Sus ojos, su voz, sus deseos

y sus instintos más primarios me han dicho que me necesita y lo que quiere.

Instantes después oigo sus pasos acercarse. Mi respiración se agita.

Quiero que entre.

Quiero que tire la puerta.

Quiero que me posea mientras me mira a los ojos.

Sin quitar la vista de la puerta oigo sus movimientos. Está dudoso. Sé que está fuera

calibrando qué hacer. Su tentación soy yo. Lo acabo de calentar, de excitar, pero también

soy la mujer a la que no desea defraudar.

El pomo se mueve, ¡oh, sí!, y mi vagina tiembla, deseosa de disfrutar de lo que sólo

Eric me puede proporcionar. Sexo salvaje. Pero, de pronto, el pomo se para; mi decepción

me hace abrir la boca, y más al oír sus pasos alejándose.

¿Se ha ido?

Cuando soy capaz de cerrar la boca, siento ganas de llorar. Soy una imbécil. Una

tonta. Él acaba de respetar lo que yo le he pedido y, me guste o no, he de estar contenta.

Tardo horas en dormirme.

No puedo.

El morbo que me causa Eric es demasiado tentador para mí. Estamos solos en una

preciosa casa, deseándonos como locos, pero ninguno de los dos hace nada por remediarlo.

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