04.12.2020 Views

2 pideme lo que quieras ahora y siempre de megan maxwell

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

me enfade contigo tendrás un castigo. Me he cansado de que aquí sólo castigues tú.

Sorprendido, me mira y frunce el ceño.

—¿Y cómo pretendes castigarme?

Me levanto del sillón.

¿No le gustan las guerreras? Pues allá voy.

Me doy una vuelta lentamente ante él, segura de mi sensualidad.

—De momento, privándote de lo que más deseas.

Iceman se levanta. ¡Oh, oh!

Su altura es espectacular.

Clava sus impactantes y azulados ojos en mí, e indaga:

—¿A qué te refieres exactamente?

Camino. Me observa y, cuando estoy tras la mesa, aclaro:

—No vas a disfrutar de mi cuerpo. Ése es tu castigo.

¡Tensión!

El aire puede cortarse con un cuchillo.

Su rostro se descompone ante mis ojos.

Espero que grite y se niegue, pero de pronto dice con voz gélida:

—¿Me quieres volver loco? —No respondo, y prosigue, ofuscado—: Has escapado

de mí. Me has vuelto loco al no saber dónde estabas. No me has cogido el teléfono durante

días. Me has dado con la puerta en las narices y anoche te vi sonriendo a otros tipos. ¿Y aún

me quieres infligir más castigos?

—¡Ajá!

Maldice en alemán.

¡Guau, menuda palabrotaza que ha dicho! Pero al dirigirse a mí cambia

completamente el tono:

—Cariño, quiero hacerte el amor. Quiero besarte. Quiero demostrarte cuánto te

amo. Quiero tenerte desnuda entre mis brazos. Te necesito. ¿Y tú me estás diciendo que me

prive de todo eso?

Se lo confirmo con mi voz más fría y distante.

—Sí, exactamente. No me tocarás ni un pelo hasta que yo te deje. Me has roto el

corazón y, si me quieres, respetarás el castigo como yo siempre he respetado los tuyos.

Eric vuelve a maldecir en alemán.

—¿Y hasta cuándo se supone que estoy castigado? —pregunta, mirándome con

intensidad.

—Hasta que yo decida que no lo estás.

Cierra los ojos. Inspira por la nariz y, cuando los abre, asiente.

—De acuerdo, pequeña. Si eso es lo que tú crees que debes hacer, adelante.

Encantada, sonrío. Me he salido con la mía. ¡Yupi!

Miro el reloj y veo que son las dos y media de la madrugada. No tengo sueño, pero

necesito alejarme de él, o la primera que no cumplirá el absurdo castigo impuesto seré yo.

Así pues, me desperezo antes de plantearle:

—¿Me dices dónde está mi habitación?

—¡¿Tu habitación?!

Con disimulo, contengo la risa que me gustaría soltar al ver su cara e insisto:

—Eric, no pretenderás que durmamos juntos.

—Pero...

—No, Eric, no —le corto—. Deseo mi propia intimidad. No quiero compartir la

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!