2 pideme lo que quieras ahora y siempre de megan maxwell
Tras aquello, una orquesta ameniza el baile. Sonia, mi padre y mi hermana estánpletóricos de felicidad. Marta y Arthur aplauden. Flyn y Luz, divertidos, corren por elsalón, y Simona y Norbert no pueden parar de sonreír. Todo es romántico. Todo esmaravilloso y disfrutamos de nuestro bonito día.Risueña, bailo con Reinaldo y Anita la Bemba colorá mientras gritamos«¡Azúcar!». Y Eric no puede parar de reír. Soy su felicidad.Con Sonia, Björn, Frida y Andrés nos desmelenamos al bailar September, y cuandola canción acaba, Dexter pilla el micrófono y a capela nos canta un bolero mexicanodedicado a Eric y a mí. Yo sonrío y aplaudo.Tengo unos excelentes amigos dentro y fuera de la habitación. Son personas comoyo a las que les gusta el morbo y los juegos calientes entre cuatro paredes, pero que cuandosalen de ellas son atentas, cariñosas, educadas y muy divertidas. Todos ellos me hacendichosa y feliz.El baile dura horas, y cuando veo a Dexter hablando animadamente con mihermana, alarmada, miro a Eric, y éste me indica que no me preocupe. Al final, sonrío.La fiesta acaba a las cuatro de la mañana, y por la noche mi padre y mi hermana conlas niñas y Flyn se van a dormir a casa de Sonia. Quieren dejarnos la casa enterita paranosotros.Cuando llegamos, Eric se empeña en cogerme en brazos para traspasar el umbral.Encantada dejo que me coja y, cuando lo traspasamos me suelta, y, dichoso, susurra:—Bienvenida al hogar, señora Zimmerman.Encantada le beso. Saboreo a mi marido y le deseo.Cuando entramos y cierro la puerta, sin hablar, le quito el chaqué, la pajarita, lacamisa, los pantalones y los calzoncillos. Lo desnudo para mí y sonrío al decir:—Ponte la pajarita, Iceman.Divertido, lo hace. ¡Dios!, mi alemán desnudo y con la pajarita es mi fantasía. Miloca fantasía. Tiro de él y, al llegar a la puerta del despacho, lo miro y susurro:—Quiero que me rompas el tanga.—¿Segura, cariño? —pregunta riendo mi amor.—Segurísima.Eric, excitado, comienza a subir tela, y más tela..., y más tela. La falda del vestidoes interminable. Al final, lo detengo entre risas.—Ven..., siéntate en tu sillón.Se deja guiar por mí. Hace lo que le pido y me mira.Excitada, desabrocho la falda de mi bonito vestido de novia, y ésta cae a mis pies.Vestida sólo con el corpiño y el tanga, me siento con sensualidad sobre la mesa de mienloquecido marido.—Ahora, ¡rómpelo!Dicho y hecho.Eric rasga el blanco tanga, y cuando pasa sus manos por mi tatuado y siempredepilado monte de Venus, murmura con voz ronca:—Pídeme lo que quieras.Cuando dice eso cierro los ojos y me emociono.Todo comenzó entre nosotros cuando me dijo esas palabras aquel día en el archivode la oficina. Sonrío al recordar mi cara la primera vez que me llevó al Moroccio, o viaquella grabación en el hotel, o le metí el chicle de fresa en la boca. Recuerdos. Recuerdoscalientes, morbosos y divertidos pasan por mi mente mientras mi loco y ardiente marido me
toca. Y dispuesta a sellar para siempre lo que un día comenzó, lo beso, agarro su erectopene con mi mano, lo guío hasta mi húmeda hendidura, me empalo en él y, cuando mi amorjadea, lo miro a esos maravillosos ojos azules que siempre me han vuelto loca y susurrolocamente enamorada:—Señor Zimmerman, pídeme lo que quieras, ahora y siempre.
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- Page 281: ISBN: 978-84-08-11272-3 (epub)Conve
Tras aquello, una orquesta ameniza el baile. Sonia, mi padre y mi hermana están
pletóricos de felicidad. Marta y Arthur aplauden. Flyn y Luz, divertidos, corren por el
salón, y Simona y Norbert no pueden parar de sonreír. Todo es romántico. Todo es
maravilloso y disfrutamos de nuestro bonito día.
Risueña, bailo con Reinaldo y Anita la Bemba colorá mientras gritamos
«¡Azúcar!». Y Eric no puede parar de reír. Soy su felicidad.
Con Sonia, Björn, Frida y Andrés nos desmelenamos al bailar September, y cuando
la canción acaba, Dexter pilla el micrófono y a capela nos canta un bolero mexicano
dedicado a Eric y a mí. Yo sonrío y aplaudo.
Tengo unos excelentes amigos dentro y fuera de la habitación. Son personas como
yo a las que les gusta el morbo y los juegos calientes entre cuatro paredes, pero que cuando
salen de ellas son atentas, cariñosas, educadas y muy divertidas. Todos ellos me hacen
dichosa y feliz.
El baile dura horas, y cuando veo a Dexter hablando animadamente con mi
hermana, alarmada, miro a Eric, y éste me indica que no me preocupe. Al final, sonrío.
La fiesta acaba a las cuatro de la mañana, y por la noche mi padre y mi hermana con
las niñas y Flyn se van a dormir a casa de Sonia. Quieren dejarnos la casa enterita para
nosotros.
Cuando llegamos, Eric se empeña en cogerme en brazos para traspasar el umbral.
Encantada dejo que me coja y, cuando lo traspasamos me suelta, y, dichoso, susurra:
—Bienvenida al hogar, señora Zimmerman.
Encantada le beso. Saboreo a mi marido y le deseo.
Cuando entramos y cierro la puerta, sin hablar, le quito el chaqué, la pajarita, la
camisa, los pantalones y los calzoncillos. Lo desnudo para mí y sonrío al decir:
—Ponte la pajarita, Iceman.
Divertido, lo hace. ¡Dios!, mi alemán desnudo y con la pajarita es mi fantasía. Mi
loca fantasía. Tiro de él y, al llegar a la puerta del despacho, lo miro y susurro:
—Quiero que me rompas el tanga.
—¿Segura, cariño? —pregunta riendo mi amor.
—Segurísima.
Eric, excitado, comienza a subir tela, y más tela..., y más tela. La falda del vestido
es interminable. Al final, lo detengo entre risas.
—Ven..., siéntate en tu sillón.
Se deja guiar por mí. Hace lo que le pido y me mira.
Excitada, desabrocho la falda de mi bonito vestido de novia, y ésta cae a mis pies.
Vestida sólo con el corpiño y el tanga, me siento con sensualidad sobre la mesa de mi
enloquecido marido.
—Ahora, ¡rómpelo!
Dicho y hecho.
Eric rasga el blanco tanga, y cuando pasa sus manos por mi tatuado y siempre
depilado monte de Venus, murmura con voz ronca:
—Pídeme lo que quieras.
Cuando dice eso cierro los ojos y me emociono.
Todo comenzó entre nosotros cuando me dijo esas palabras aquel día en el archivo
de la oficina. Sonrío al recordar mi cara la primera vez que me llevó al Moroccio, o vi
aquella grabación en el hotel, o le metí el chicle de fresa en la boca. Recuerdos. Recuerdos
calientes, morbosos y divertidos pasan por mi mente mientras mi loco y ardiente marido me