04.12.2020 Views

2 pideme lo que quieras ahora y siempre de megan maxwell

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

—Aléjate de mí, Eric —gruño mientras batallo inútilmente con la puerta.

—He sido un idiota, cariño.

—¡Oh, sí!, eso no lo dudes —siseo al otro lado de la puerta.

—Un idiota con todas sus letras al dejar marchar lo más bonito que ha pasado por

mi vida. ¡Tú! Pero los idiotas como yo se dan cuenta e intentan rectificar. Dame de nuevo

otra oportunidad y...

—No quiero escucharte. ¡No, no quiero! —grito.

—Cariño..., lo he intentado. He intentado darte tu espacio. Darme a mí el mío. Pero

mi vida sin ti ya no tiene sentido. No duermo. Estás en mi mente las veinticuatro horas del

día. No vivo. ¿Qué quieres que haga si no puedo vivir sin ti?

—Cómprate un mono —chillo.

—Cariño..., lo hice mal. Oculté lo de tu hermana y tuve la poca decencia de

enfadarme contigo cuando yo hacía lo mismo que tú.

—No, Eric, no... Ahora no te quiero escuchar —insisto a punto de llorar.

—Déjame entrar.

—Ni lo sueñes.

—Pequeña, déjame mirarte a los ojos y hablar contigo. Déjame solucionarlo.

—No.

—Por favor, Jud. Soy un gilipollas. El hombre más gilipollas que hay en el mundo,

y te permitiré que me lo llames todos y cada uno de los días de mi vida, porque me lo

merezco.

Las fuerzas se me acaban. Escuchar todo lo que él me dice comienza a poder

conmigo, y cuando dejo de apretar la puerta, Eric la abre totalmente y murmura,

mirándome:

—Escúchame, pequeña... —Y al mirar al fondo, pregunta—: ¿Limpieza general?

¡Vaya, estás muy, muy cabreada!

La comisura de sus labios se curva, y entonces, yo grito, histérica, al ver que se

mueve.

—No se te ocurra entrar en mi casa.

Se para. No entra.

—Y antes de que sigas con el chorreo de palabras bonitas que me estás diciendo —

lo suelto, furiosa—, quiero que sepas que no voy a volver a hipotecar mi vida para que todo

de nuevo vuelva a salir mal. Me desesperas. No puedo contigo. No quiero dejar de hacer las

cosas que a mí me gustan porque tú quieras tenerme en una jaula de cristal. No, ¡me niego!

—Te quiero, señorita Flores.

—Y una chorra. ¡Déjame en paz!

Y pillándole de improviso, cierro la puerta de un portazo. Mi pecho sube y baja.

Estoy acelerada. Eric lo ha vuelto a hacer. Ha vuelto a decirme las cosas más bonitas que

un hombre puede decir a una mujer, y yo, como una tonta, lo he escuchado.

Soy idiota. Tonta. Lela. ¿Por qué?, ¿por qué lo escucho?

El timbre de la puerta vuelve a sonar. Es él. No quiero abrir.

No quiero verlo, aunque me muera por hacerlo. Pero de pronto oigo una voz. ¿Ésa

es Simona? Abro la puerta y, boquiabierta, veo a Norbert junto a su mujer. El hombre dice:

—Señorita, desde que usted se marchó de la casa, ya nada es igual. Si vuelve, le

prometo que la ayudaré a poner su moto a punto siempre que quiera.

Levanto las cejas, y Simona, tras abrazarme, me da un beso en la mejilla.

—Y yo prometo llamarte, Judith. El señor me ha dado permiso. —Y cogiéndome

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!