04.12.2020 Views

2 pideme lo que quieras ahora y siempre de megan maxwell

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

—Pero ¿cómo podéis ser tan cabezones los dos?

—Con práctica —respondo al recordar esa contestación que Eric una vez me dio.

—Os queréis. Os echáis de menos. ¿Por qué no lo solucionáis? La primera vez os

separasteis porque él te echó. En esta segunda ocasión es porque tú te has ido. Uno de los

dos ha de ceder esta tercera vez, ¿no?

Me levanto y, aturdida por lo que he oído, digo:

—Necesito salir de aquí. Vamos, te invito a tomar algo.

Esa noche Björn y yo salimos por Madrid. Hablamos y hablamos. En ningún

momento intenta propasarse conmigo y se comporta como un auténtico caballero y mejor

amigo de Eric. Tras dejarme en mi casa a las nueve se marcha. Debe coger un vuelo que lo

lleve a Múnich.

Al día siguiente en la oficina estoy escribiendo un e-mail cuando el hombre que me

tiene enloquecida pasa por delante de mí como un huracán y, sin pararse, dice, dando un

golpe en mi mesa:

—Señorita Flores, pase a mi despacho.

El corazón se me sube a la garganta. ¿Eric allí?

No me puedo levantar.

Las piernas me tiemblan.

Hiperventilo.

Tres minutos después el teléfono suena. Una llamada interna. Lo cojo.

—Señorita Flores, la estoy esperando —insiste Eric.

Como puedo me levanto. Llevo sin verlo demasiados días y de pronto está allí, a

menos de cinco metros de mí y requiere mi presencia. Me pica el cuello. Cierro los ojos,

tomo aire y entro en el despacho. El impacto al verlo me deja sin aliento. Se ha dejado

crecer la barba.

—Cierra la puerta.

Su tono de voz es bajo e intimidador. Hago lo que me pide y lo miro.

Me mira, me mira y me mira, y de pronto dice:

—¿Qué hacías anoche con Björn por Madrid?

Pestañeo. Tanto tiempo sin vernos, ¿y me pregunta eso? ¡Será...!

Cuando consigo despegar unos dientes de otros, respondo:

—Señor, yo...

—Eric..., soy Eric, Judith, déjate de llamarme «señor».

Está furioso, tremendamente furioso, y su mala leche comienza a hacerme

reaccionar. Su mirada es fría, pero ahora que sé lo que Björn me ha contado, juego con una

baza a mi favor y respondo:

—Mira, no voy a mentirte. ¡Se acabaron las mentiras! Björn es un amigo, ¿por qué

no voy a salir con él por Madrid o por donde me dé la gana?

Mi respuesta no lo satisface y pregunta entre dientes:

—¿En Múnich has salido alguna vez con él sin yo saberlo?

Abro la boca, sorprendida, y cuchicheo mientras muevo la cabeza:

—¡Serás gilipollas...!

Eric pone los ojos en blanco, mueve la cabeza también y sisea:

—No comiences, Judith.

—Perdona. Pero no comiences tú —digo, dando un golpe con la mano en la mesa—

. Pero ¿qué tonterías me estás preguntando? Björn es el mejor amigo que puedes tener y tú

me preguntas tonterías. Mira, chato, ¿sabes lo que te digo? Lo veré siempre que me dé la

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!