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2 pideme lo que quieras ahora y siempre de megan maxwell

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Cuando llego a Madrid, nadie sabe de mi llegada. Nadie me recibe. No he llamado a

nadie. Contrato una furgoneta en el aeropuerto y meto todas mis cajas en ella. Cuando salgo

de la T-4 intento sonreír. ¡Vuelvo a estar en Madrid!

Pongo la radio, y las voces de Andy y Lucas cantan:

Te entregaré un cielo lleno de estrellas, intentaré darte una vida entera

en la que tú seas tan feliz, muy cerquita estés de mí.

Quiero que sepas..., lelelele.

Intento cantar, pero mi voz está apagada. No puedo hacerlo. Simplemente soy

incapaz. Cuando llego a mi barrio, la alegría me inunda, aunque luego, cuando tengo que

ocuparme de las veinte cajas yo solita, la alegría se convierte en mala leche. ¿He metido

piedras?

Una vez que acabo, cierro la puerta de mi casa y me siento en el sofá. De vuelta en

el hogar. Levanto el teléfono decidida a llamar a mi hermana. Al final, lo cuelgo. No me

apetece dar explicaciones todavía, y mi hermana será un hueso duro de roer. Enchufo el

frigorífico y bajo a comprar algo de comida al Mercadona. Cuando regreso y coloco lo que

he comprado, la soledad me come. Me carcome.

Tengo que llamar a mi hermana y a mi padre.

Lo pienso, lo pienso, lo pienso. Al final decido comenzar por mi hermana y, como

era de esperar, a los diez minutos de colgar la tengo en la puerta de mi casa. Cuando abre

con su llave, estoy sentada en el sofá y, al verme, murmura:

—Cuchuuuuuu, pero ¿qué te ha pasado, cariño?

Ver a mi hermana, su embarazo y su mirada es el colmo de todo, y cuando me

abraza lloro, lloro y lloro. Me tiro llorando dos horas en las que ella me acuna y me dice

una y otra vez que no me preocupe por nada. Que haga lo que haga estará bien. Cuando me

tranquilizo, la miro y pregunto:

—¿Dónde está Luz?

—En casa de su amiga. No le he dicho que estás aquí o ya sabes...

Eso me hace sonreír y murmuro:

—No le digas nada. Mañana me quiero ir a Jerez a ver a papá. Cuando regrese la

visitaré, ¿vale?

—Vale.

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