04.12.2020 Views

2 pideme lo que quieras ahora y siempre de megan maxwell

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

35

No volvemos a comentar nada del tema boda. Se lo agradezco. A pesar del amor

que nos tenemos, somos dos titanes y nuestros encontronazos sé que nos asustan. Nos

desorientan. Sé por Eric que Amanda se marcha de nuevo a Londres. Cuanto más lejos esté

de mí, mejor.

Simona y yo seguimos disfrutando de «Locura esmeralda». Estoy enganchadísima

al culebrón. Eric, cuando se entera, se mofa de mí. No puede creer que yo esté enganchada

a algo así. Yo tampoco. Pero lo cierto es que deseo que Carlos Alfonso Halcones de San

Juan reciba su merecido a manos de Luis Alfredo Quiñones, y que Esmeralda Mendoza

recupere a su bebé, se case con su amor y sea por fin feliz. ¡Pa matarme!

Una tarde, cuando llega Eric a casa, estoy trabajando en mi moto. Cuando oigo el

coche rápidamente le echo el plástico azul por encima y salgo del garaje. Corro a mi

habitación, pero antes me lavo las manos. Él no se percata de nada. Donde está la moto no

se ve, ya aunque yo respiro aliviada, cada día me es más difícil ocultarle el secreto. Mi

conciencia me dice que hago mal. Me martirizo, pero no sé cómo decírselo.

El sábado, Eric y yo nos dirigimos por la noche a la fiestecita privada del Natch. Por

fin voy a conocer ese conocido bar de intercambio de parejas. Cuando entramos Eric me

presenta a Heidi y Luigi. Frida y Andrés se unen a nosotros, y poco después, Björn llega

con una amiga. Divertidos, tomamos algo cuando veo que aparece Dexter. Me saluda y en

mi oído murmura:

—Diosa, qué chévere. Muero por verte sometida entre dos hombres.

Mi estómago se contrae, y Eric, al imaginar lo que me ha dicho el otro, sonríe.

Una copa tras otra, y el local se llena de gente. Todos parecen conocerse y charlan

con afabilidad. Le he prohibido a Eric que mencione que soy española. No soporto que

nadie más diga aquello de «¡olé, paella, torero!». Eric, risueño, me propone bailar. Accedo.

Entramos en un cuarto oscuro con una escasa luz violeta.

—No te soltaré. Tranquila.

Suena Cry me a river en la voz de Michael Bublé. Eric me besa, y yo disfruto de su

cercanía. Bailamos casi a oscuras. Noto su excitación entre mis piernas y en cómo besa mi

cuello. De pronto siento unas manos detrás de mí. Alguien me toca la cintura. No veo su

rostro. Pero rápidamente sé quién es cuando escucho en mi oído:

—Suena nuestra canción, preciosa.

Sonrío. Es Björn. Al compás de la música bailamos como hicimos aquel día en su

casa, mientras yo dejo que sus manos vuelen por todo mi cuerpo. Sexy. Aquella canción es

sexy, excitante, y mis dos hombres me vuelven loca. Eric me besa, y con posesión mete su

mano por debajo de mi vestido, llega hasta mi tanga y de un tirón lo arranca. Sonrío, y más

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!