2 pideme lo que quieras ahora y siempre de megan maxwell

dianuchisyo88
from dianuchisyo88 More from this publisher
04.12.2020 Views

Cuando lo hago, sonrío. Sé lo que va a hacer. Suena en la radio You are thesunshine of my life de Stevie Wonder. Eric sube el volumen a tope, sale del coche y caminahacia mí.Dios, ¿lo va a hacer?¿Va a bailar conmigo en medio de la calle?¡Increíble!Con decisión, se para frente a mí y murmura:—Baila conmigo.Me tiro a sus brazos. Esto me hace feliz. Ver que es capaz de parar el coche enmedio de una calle muy transitada y bailar conmigo sin ningún pudor es maravilloso.—Como dice la canción eres el sol de mi vida y, si te veo triste, yo no puedo serfeliz —susurra en mi oído—. Te prometo, pequeña, que iremos a España siempre quequieras, que tu familia vendrá a nuestra casa siempre que quiera, pero, por favor, sonríe; siyo no te veo sonreír, no puedo ser feliz.Sus palabras me tocan de lleno el corazón. Me emocionan. Lo abrazo y asiento.Bailo con él y disfruto de ese momento mágico. La gente que pasa por nuestro lado nosmira. No entiende que hagamos eso. Sonrío. No importa lo que piensen, y sé que a Erictampoco le importa. Cuando la canción acaba, lo miro y susurro, dichosa y feliz:—Te quiero con toda mi alma, tesoro.Asiente. Disfruta con mis palabras.—Sigo esperando que quieras casarte conmigo.Eso me hace sonreír. Y aclaro.—Cariño..., eso fue un impulso. ¿No lo habrás tomado en serio?Mi Iceman me mira..., me mira y, finalmente, dice:—Sí.—Pero, Eric, ¿de qué hablas? Yo no soy de casarme ni esas cosas.Mi loco amor me besa.—En casa tenemos en el frigorífico una estupenda botella de Moët Chandon rosado.¿Qué te parece si nos la bebemos y hablamos de ese impulso?Calor. Emoción. Nerviosismo.¿De verdad está hablando de matrimonio?Pero conteniendo mis nervios, sonrío y pregunto mimosa:—¿Moët Chandon rosado?—¡Ajá! —sonríe.—Ese de las pegatinas rosas que huele a fresas silvestres —me mofo al recordar laprimera vez que llevó esa botella a mi casa de Madrid.—Sí, pequeña.Suelto una carcajada y murmuro, sin separarme de él:—De momento, vayamos a por la botellaDe pronto, suena el móvil de Eric. Ha recibido un mensaje. Me besa. Devora miboca y, cuando ambos nos damos por satisfechos, entramos en el coche. Hace frío. Mira sumóvil y dice:—Cielo, tengo que pasar un momento por la oficina, ¿te importa?Enamorada hasta las trancas de ese hombre, niego con la cabeza y sonrío. Veinteminutos después, llegamos hasta la mismísima puerta. Son las diez de la noche y pocagente se ve en la calle. Cuando entramos en el hall, los guardias de seguridad nos saludan.Me miran con sorpresa y sonrío. Ellos no sonríen.

¡Aisss, madre!, lo que les cuesta a los alemanes sonreír.Cuando llegamos a la planta presidencial, observo que no hay nadie. La oficina estácompletamente vacía. Tengo que ir al baño.—Eric, ¿dónde están los baños aquí?Señala a mi derecha y corro hacia ellos, mientras él dice:—Te espero en mi despacho.Una vez que hago lo que tengo que hacer, me miro al espejo y me coloco el pelo.Mi aspecto es dulce y jovial. Vestida con aquel jersey rosa que me ha regalado mi padre ylos vaqueros parezco más joven de lo que soy.Pienso en lo que Eric me ha dicho minutos antes. ¿Boda? ¿Realmente deberíamoscasarnos?Sonrío, sonrío, sonrío.Con una esplendorosa sonrisa salgo del baño y me encamino hacia el despacho deEric. Cuando abro la puerta me quedo con la boca abierta y mi sonrisa desaparece al ver aAmanda frente a Eric ataviada con un sexy y sugerente vestido rojo. ¡Lagarta!Durante unos segundos, ellos no me ven. Observo cómo se agacha hacia Ericmientras le enseña unos papeles. Sus pechos están demasiado cerca de él e intuyo que buscaalgo más que trabajo. Eric sonríe. Ella le toca el hombro, y él no dice nada. ¡Los mato!Sigo observándolos unos minutos. Hablan. Miran papeles. Al final, Amanda, concoquetería, se sienta en la mesa y cruza las piernas ante mi Iceman. Mis celos son intensos.Demasiado intensos. Peligrosos. Cuando no puedo más cierro con fuerza la puerta deldespacho, y ambos me miran.Mi cara ya no es la de la dulce jovencita del baño. Estoy por gritar como Shakira.¡Rabiosa! Lo que acabo de ver me subleva. Esa mujer y sus artimañas sacan lo peor de mí.La cara de sorpresa de Amanda lo dice todo. No me esperaba aquí. Con decisión y ciertachulería me acerco hasta donde ellos están. Eric me mira. Tiene una ceja arqueada.—Hombre, Amanda, ¡cuánto tiempo sin verte!Ella se baja de la mesa, se recompone el vestido y se aleja unos pasos de Eric. Setoca su cuidadísimo pelo rubio, clava su impersonal mirada en mí y responde con unaprefabricada sonrisa:—Querida Judith, qué alegría verte.¡Será mentirosa...!Se acerca para saludarme, pero yo prefiero las cosas claritas. La detengo y digo convoz de enfado:—Ni se te ocurra tocarme, ¿entendido?Eric se levanta. Prevé problemas, y antes de que abra la boca, digo señalándole:—Tú, cállate. Estoy hablando con Amanda. Después hablaré contigo.La mujer sonríe. Se siente bien ante el gesto de disgusto de Eric. Nos miramos conodio. Está claro que nunca seremos amigas. Soy consciente de que en ese momentonuestras pintas nada tienen que ver. Ella va vestida con un sexy y rojo vestido ceñido yunos taconazos de infarto, y yo voy con jersey rosita, vaqueros y botas planas. Vamos...,imposible competir.Ella es consciente de esto. Lo sé por cómo me mira. Pero estoy dispuesta a dejarclaro lo que pasa por mi cabeza, así que digo con seguridad:—No necesito ir vestida de fulana para volver loco a un hombre. Empezandoporque ya tengo pareja, que, mira por dónde, ¡qué casualidad!, es la misma a la que teestabas insinuando, ¡so perra!

Cuando lo hago, sonrío. Sé lo que va a hacer. Suena en la radio You are the

sunshine of my life de Stevie Wonder. Eric sube el volumen a tope, sale del coche y camina

hacia mí.

Dios, ¿lo va a hacer?

¿Va a bailar conmigo en medio de la calle?

¡Increíble!

Con decisión, se para frente a mí y murmura:

—Baila conmigo.

Me tiro a sus brazos. Esto me hace feliz. Ver que es capaz de parar el coche en

medio de una calle muy transitada y bailar conmigo sin ningún pudor es maravilloso.

—Como dice la canción eres el sol de mi vida y, si te veo triste, yo no puedo ser

feliz —susurra en mi oído—. Te prometo, pequeña, que iremos a España siempre que

quieras, que tu familia vendrá a nuestra casa siempre que quiera, pero, por favor, sonríe; si

yo no te veo sonreír, no puedo ser feliz.

Sus palabras me tocan de lleno el corazón. Me emocionan. Lo abrazo y asiento.

Bailo con él y disfruto de ese momento mágico. La gente que pasa por nuestro lado nos

mira. No entiende que hagamos eso. Sonrío. No importa lo que piensen, y sé que a Eric

tampoco le importa. Cuando la canción acaba, lo miro y susurro, dichosa y feliz:

—Te quiero con toda mi alma, tesoro.

Asiente. Disfruta con mis palabras.

—Sigo esperando que quieras casarte conmigo.

Eso me hace sonreír. Y aclaro.

—Cariño..., eso fue un impulso. ¿No lo habrás tomado en serio?

Mi Iceman me mira..., me mira y, finalmente, dice:

—Sí.

—Pero, Eric, ¿de qué hablas? Yo no soy de casarme ni esas cosas.

Mi loco amor me besa.

—En casa tenemos en el frigorífico una estupenda botella de Moët Chandon rosado.

¿Qué te parece si nos la bebemos y hablamos de ese impulso?

Calor. Emoción. Nerviosismo.

¿De verdad está hablando de matrimonio?

Pero conteniendo mis nervios, sonrío y pregunto mimosa:

—¿Moët Chandon rosado?

—¡Ajá! —sonríe.

—Ese de las pegatinas rosas que huele a fresas silvestres —me mofo al recordar la

primera vez que llevó esa botella a mi casa de Madrid.

—Sí, pequeña.

Suelto una carcajada y murmuro, sin separarme de él:

—De momento, vayamos a por la botella

De pronto, suena el móvil de Eric. Ha recibido un mensaje. Me besa. Devora mi

boca y, cuando ambos nos damos por satisfechos, entramos en el coche. Hace frío. Mira su

móvil y dice:

—Cielo, tengo que pasar un momento por la oficina, ¿te importa?

Enamorada hasta las trancas de ese hombre, niego con la cabeza y sonrío. Veinte

minutos después, llegamos hasta la mismísima puerta. Son las diez de la noche y poca

gente se ve en la calle. Cuando entramos en el hall, los guardias de seguridad nos saludan.

Me miran con sorpresa y sonrío. Ellos no sonríen.

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!