2 pideme lo que quieras ahora y siempre de megan maxwell

dianuchisyo88
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—Sí, pequeña.Nos dirigimos a la mesa y Eric, con galantería, retira la silla para que me siente, ycuando lo hago, me besa el hombro desnudo. Ambos sonreímos, y toma asiento frente a mí,justo al lado de mi padre y Flyn.De pronto, mi hermana, que está sentada a mi lado, cuchichea:—Cuchufleta, ¿te puedo hacer una pregunta?—Y cincuenta —contesto.Raquel mira con disimulo a su izquierda y, aproximándose de nuevo a mí,murmura:—Estoy perdida con tanto tenedor, tanto cuchillo y tanta gaita. Lo de los cubiertos,¿cómo se usaba?, ¿de fuera adentro o de dentro afuera?La entiendo perfectamente. Yo aprendí el protocolo en las comidas de empresa. Ennuestra casa, como en la gran mayoría de las casas del mundo, sólo utilizamos un cuchillo yun tenedor para toda la comida. Sonrío y respondo:—De fuera adentro.Con rapidez observo que se lo indica a mi padre, y éste, aliviado, asiente. ¡Quémono es! Yo sonrío cuando mi hermana vuelve al ataque:—¿Y cuál es mi pan?Miro los cacitos que hay frente a nosotras y respondo:—El de la izquierda.Raquel sonríe de nuevo. Eric se da cuenta de todo, me mira con complicidad, y yome pongo bizca. Su carcajada me toca el alma tanto como sé que mi gesto a él el corazón.Por la noche, tras una velada estupenda, en la que me cantan el cumpleaños feliz yme hacen preciosos regalos, cuando regresamos a casa, todos estamos encantados yagotados. Sonia es una estupenda organizadora de fiestas y lo ha dejado patente.Todos se acuestan, y Eric y yo entramos en nuestra habitación y cerramos la puerta.Sin encender las luces, nos miramos. La luz de la farola que entra por la ventana es lo únicoque nos deja ver nuestros rostros. Incapaz de permanecer más tiempo sin tocarlo, me acercoa él y, mimosa, le paso mis brazos por el cuello mientras le susurro:—Pídeme lo que quieras, ahora y siempre.Eric me besa, asiente y, sobre mi boca, repite:—Ahora y siempre.

34Tras una estupenda mañana en la piscina como le prometí a mi sobrina, por la tardemi familia debe regresar a España. Lo hacen en el avión privado de Eric. Verlos marcharme apena, me entristece, pero estoy feliz por haber estado esas horas con ellos.—Venga, pequeña, sonríe —murmura Eric, cogiéndome el moflete cuando para enun semáforo—. Ellos están bien. Tú estás bien. No tienes por qué estar triste.—Lo sé. Pero los echo mucho de menos —murmuro.El semáforo se pone verde, y Eric arranca. Miro por la ventanilla y, de pronto, lamúsica suena a todo volumen. Alucinada, observo a mi chico y lo veo cantando a plenopulmón Highway to Hell de los AC/DC:Living easy, living free,Season ticket on a on-way rideAsking nothing leave me beTaking everything in my stride...Sorprendida, pestañeo.Es la primera vez que lo veo cantar así. Me río y exagera los movimientos demalote. ¡Me encanta su lado salvaje! Eric mueve la cabeza al compás de la música y meincita con la mano para que cante y haga lo mismo. Divertida, comienzo a cantar con él avoz en grito. Nos miramos y reímos. De pronto, aparca el coche. Continuamos cantando, ycuando la canción acaba, ambos soltamos una carcajada.—Siempre me ha gustado esta canción —dice Eric.Me quedo boquiabierta porque esa cañera canción le guste.—¿Te gustaban los AC/DC?Sonríe, sonríe..., baja el volumen de la música y confiesa:—Por supuesto. No siempre he sido tan serio.Durante unos minutos, me explica su roquera vida de jovencito, y yo lo escuchosorprendida. ¡Vaya con Iceman! Pero cuando finaliza su relato, mi sonrisa ha desaparecido.Eric me mira. Sabe que pienso de nuevo en mi familia. Ve el dolor que tengo en la miradapor su marcha y dice:—Sal del coche.—¿Qué?—Sal del coche —insiste.

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Tras una estupenda mañana en la piscina como le prometí a mi sobrina, por la tarde

mi familia debe regresar a España. Lo hacen en el avión privado de Eric. Verlos marchar

me apena, me entristece, pero estoy feliz por haber estado esas horas con ellos.

—Venga, pequeña, sonríe —murmura Eric, cogiéndome el moflete cuando para en

un semáforo—. Ellos están bien. Tú estás bien. No tienes por qué estar triste.

—Lo sé. Pero los echo mucho de menos —murmuro.

El semáforo se pone verde, y Eric arranca. Miro por la ventanilla y, de pronto, la

música suena a todo volumen. Alucinada, observo a mi chico y lo veo cantando a pleno

pulmón Highway to Hell de los AC/DC:

Living easy, living free,

Season ticket on a on-way ride

Asking nothing leave me be

Taking everything in my stride...

Sorprendida, pestañeo.

Es la primera vez que lo veo cantar así. Me río y exagera los movimientos de

malote. ¡Me encanta su lado salvaje! Eric mueve la cabeza al compás de la música y me

incita con la mano para que cante y haga lo mismo. Divertida, comienzo a cantar con él a

voz en grito. Nos miramos y reímos. De pronto, aparca el coche. Continuamos cantando, y

cuando la canción acaba, ambos soltamos una carcajada.

—Siempre me ha gustado esta canción —dice Eric.

Me quedo boquiabierta porque esa cañera canción le guste.

—¿Te gustaban los AC/DC?

Sonríe, sonríe..., baja el volumen de la música y confiesa:

—Por supuesto. No siempre he sido tan serio.

Durante unos minutos, me explica su roquera vida de jovencito, y yo lo escucho

sorprendida. ¡Vaya con Iceman! Pero cuando finaliza su relato, mi sonrisa ha desaparecido.

Eric me mira. Sabe que pienso de nuevo en mi familia. Ve el dolor que tengo en la mirada

por su marcha y dice:

—Sal del coche.

—¿Qué?

—Sal del coche —insiste.

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