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2 pideme lo que quieras ahora y siempre de megan maxwell

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¡Yo me lo como a besos!

Y como una niña chica, sonrío y respondo:

—Mucho. Es el mejor regalo.

Durante unos instantes, nos miramos a los ojos. Amor. Eso es lo que Eric me da.

Pero el momento se rompe cuando Flyn exige:

—¡Quiero ir ya a casa de Sonia!

Sorprendida, lo miro. ¿Qué le pasa? Pero al ver su ceño fruncido lo entiendo. Está

celoso. Tanta gente desconocida para él de golpe no es bueno. Eric, conocedor del estado

de su sobrino, se aleja de mí, le toca la cabeza y murmura:

—En seguida iremos. Tranquilo.

El crío se da la vuelta y se sienta en el sofá, dándonos a todos la espalda. Eric

resopla, y mi hermana, para desviar la atención, interviene:

—Esta casa es una preciosidad.

Eric sonríe.

—Gracias, Raquel. —Y mirándome, dice—: Enséñales la casa e indícales cuáles

son sus habitaciones. En dos horas tenemos que salir todos para la casa de mi madre.

Sonrío, encantada de la vida, y junto a mi familia, salgo del salón. En grupo vamos

a la cocina, les presento a Simona, Norbert y a Susto y Calamar. Después vamos al garaje,

donde silban al ver los cochazos que tenemos allí aparcados.

Cuando salimos del garaje les enseño los baños, los despachos, y mi hermana, como

es de esperar, no para de soltar grititos de satisfacción mientras lo observa todo. Y ya

cuando abro una puerta y aparece la enorme piscina cubierta, se vuelve loca.

—¡Aisss, cuchuuuuuuuuuuuuu, esto es una pasada!

—¡Cómo molaaaaaaaaaaaaa! —grita Luz—. Ostras, tita, ¡tienes piscina y todo!

La pequeña va hasta el borde y toca el agua. Su abuelo, divertido, la avisa:

—Luz de mi vida..., aléjate del borde que te vas a caer.

Con rapidez mi padre la agarra de la mano, pero la pequeña se suelta y, poniéndose

junto a mi hermana y a mí, cuchichea con cara de pilla:

—¿A que os tiro a la pisci?

—¡Luz! —grita mi hermana, mirando mi vestido.

—Esta niña es ver un charco con agua y volverse loca —se mofa mi padre.

De todos es bien conocido que estar con la pequeña cerca del agua es acabar

empapado. Me entra la risa. Si me moja el precioso vestido será un drama, por ello miro a

mi sobrina con complicidad y murmuro:

—Si me tiras con el vestido que Eric me regaló, me enfadaré. Y si no me tiras,

prometo que mañana estaremos mucho tiempo en la piscina. ¿Qué prefieres?

Rápidamente mi sobrina pone su dedo frente al mío. Es nuestra manera de estar de

acuerdo. Pongo mi dedo junto al de ella, y ambas guiñamos un ojo y nos sonreímos.

—Vale, tita, pero mañana nos bañaremos, ¿vale?

—Prometido, cariño —sonrío, encantada.

Levantamos nuestros pulgares, los unimos, y después nos damos una palmada.

Ambas sonreímos.

—Recuerda, Luz, que mañana por la tarde regresamos a casa —insiste mi hermana.

Una vez que salimos de la zona de la piscina, subo con mi familia a la primera

planta de la casa. Tengo que reprimir mis ganas de reír a carcajadas ante los gestos de

admiración de mi hermana por todo lo que ve. Flipa hasta con el papel de las paredes,

¡increíble!

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