2 pideme lo que quieras ahora y siempre de megan maxwell
Se agacha y me da un beso. Está guapísimo con su caro abrigo azul y su trajeoscuro. Su aspecto de ejecutivo es imponente, y me encanta. Me pone. Me da la mano y melevanto, y entonces, sorprendiéndome, me entrega un precioso ramo de rosas rojas.—Feliz día de los Enamorados, pequeña.Boquiabierta.Patitiesa y asombrada me quedo.¡Qué romántico!Mi Iceman me ha comprado un precioso y maravilloso ramo de rosas rojas por eldía de los Enamorados, y yo ni le he felicitado ni tengo nada para él. ¡Soy lo peor! Ericsonríe. Parece saber lo que pienso.—Mi mejor regalo eres tú, morenita. No necesito nada más.Lo beso. Me besa y sonrío.—Te debo un regalo. Pero de momento tengo algo para ti.Sorprendido, me mira, y saco el paquete de chicles del bolsillo. Se lo enseño.Sonríe. Saco uno. Lo abro y se lo meto en la boca. Divertido por lo que aquello significapara nosotros, pregunta:—¿Ahora te van a salir los ronchones y la cabeza te va a dar vueltas como a la niñadel exorcista?La carcajada de los dos es deliciosa.—La nueva modalidad es mi cara verde y mis puntos. ¿Puede haber algo más sexypara un día de los Enamorados?Eric me besa y, cuando se separa de mí, digo:—Me ha comentado Frida que esta noche va a una fiesta en un bar de intercambiode parejas. ¿Tú sabías algo?—Sí. Luigi me llamó para invitarnos al Nacht. Pero decliné la oferta. No estás túpara muchas fiestas, ¿no crees?—Pues sí..., pero, oye, si hubiera estado presentable, me habría gustado ir.Eric me besa y me mordisquea el labio inferior.—Pequeña viciosilla, ¿tan necesitada estás? —Yo me río y niego con la cabeza, y élcomenta mientras me aprieta contra él—: Ya habrá otras fiestas. Te lo prometo. —Y al vermi mirada, pregunta—: A ver, morenita, ¿qué quieres preguntar?Yo sonrío. Cómo me va conociendo. Y acercándome a él, pregunto:—¿Has hecho alguna vez un boybang?—Sí.—¡Hala, qué fuerte!Eric ríe por mi contestación.—Cariño, llevo más de catorce años practicando un tipo de sexo que para ti demomento es una novedad. He hecho muchas cosas, y te aseguro que algunas de ellas nuncaquerré que las hagas. —Y al ver que lo miro en busca de saber más, indica—: Sado.—¡Ah, no!, eso no quiero —aclaro. Y tras escuchar la risa de Eric, pregunto—:¿Qué piensas de los gangbang?Eric me mira, me mira, me mira..., y cuando mi paciencia está a punto de explotar,responde:—Demasiados hombres entre tú y yo. Preferiría que no lo propusieras.Eso me hace reír, y antes de que pueda decir nada, cambia de tema:—Tengo sed. ¿Quieres beber algo?Enamorada, con mi ramo de rosas en la mano, camino de su mano por el enorme y
amplio pasillo de la casa. De pronto, cuando llego a la cocina y entro, Simona me mira conuna sonrisa, y yo grito:—¡Susto!El animal corre hacia mí, y Eric lo para. No quiere que me haga daño. Pero elanimal está como loco de felicidad, y yo todavía más. Tras abrazar con cuidado a Susto ydecirle mil cosas cariñosas, miro a mi machote de ojos azules y, sin importarme queSimona esté delante, le abrazo y murmuro en español:—¡Ni gangbang ni leches! Eres lo más bonito que ha parido tu madre y te juro queme casaba contigo ahora mismo con los ojos cerrados.Eric sonríe. Está pletórico. Me besa.—Lo más bonito eres tú. Y cuando quieras..., nos podemos casar.¡Oh, Dios! Pero ¿qué acabo de decir? ¿Le acabo de pedir matrimonio? Pa matarme.Susto da saltos a nuestro alrededor, y Eric, parándolo, comenta, divertido:—Como verás, le he puesto la bufanda para el cuello que le hiciste. Por cierto, estátremendamente afónico.—¡Aisss, que te como Iceman! —exclamo riendo y lo beso.Apasionada por aquel bonito momento, estoy tocando a Susto, que no para demoverse por lo contento que está, cuando veo algo en las manos de Simona. Es un cachorroblanco.— ¿Y esta preciosidad? —pregunto mientras lo miro embobada.Sin soltarme de la cintura, nos acercamos a Simona, y Eric comenta:—Estaba en la misma jaula que Susto. Por lo visto es el único de su camada que hasobrevivido, y debe de tener como mes y medio me han dicho. Susto no se quería venirconmigo si no me llevaba a este pequeño también. Tenías que haberle visto cómo lo agarrócon la boca y salió de la jaula cuando lo llamé. Luego, fui incapaz de devolver alcachorrillo a la jaula.—Es usted muy humano, señor —murmura, emocionada, Simona.—Es el mejor —asiento, dichosa. Y luego, mirando a Susto, afirmo—: Y tú, unpadrazo.Ante nuestros comentarios, mi feliz Iceman sonríe y dice, mirando al cachorro:—Lo que no sé es de qué raza será.Con mimo, cojo al cachorro. Es gordito y esponjoso. Una preciosidad.—Es un mil razas.—¿Un mil razas? Y ése ¿qué perro es? —pregunta Simona.Eric, que ha entendido mi broma, sonríe, y yo, con el cachorro en mis manos, leaclaro a Simona:—Un mil razas es un perro que tiene de todas las razas un poco y ninguna enespecial.Los tres nos reímos. Simona, feliz, se marcha para contárselo a Norbert. Yo dejo alcachorro en el suelo, y Eric dice mientras sujeta a Susto para que no me salte encima.—¿Te gustan tus regalos?Encantada y enamorada, lo beso y musito:—Son los mejores regalos, cariño. Y tú eres el mejor.Eric está feliz. Lo veo en su mirada.—De momento, se pueden quedar en el garaje, hasta que les hagamos una casetafuera.Yo le miro. Eso no se lo cree ¡ni loco!
- Page 127 and 128: Nerviosa, no sé qué hacer. Lo mir
- Page 129 and 130: vez a mí me pasa algo debo dejarte
- Page 131 and 132: 24Durante los días del tratamiento
- Page 133 and 134: papelito de castigo.Sonríe. Vuelve
- Page 135 and 136: 25Con los días, la recuperación d
- Page 137 and 138: y...—Sea la moto de Hannah o de P
- Page 139 and 140: Los chavales, muertos de risa, se a
- Page 141 and 142: —Lo que no te pase a ti no le pas
- Page 143 and 144: Björn se acerca a él, y los dos m
- Page 145 and 146: extrema, y yo me siento pletórica
- Page 147 and 148: culo tuyo. Voy a jugar contigo. Te
- Page 149 and 150: 26La vida con Iceman va viento en p
- Page 151 and 152: ¡Sonríe!Su sonrisa es adictiva, p
- Page 153 and 154: —Se ha metido en una pelea, y al
- Page 156 and 157: 27Por la mañana, cuando me levanto
- Page 158 and 159: De pronto, me siento ridícula. Abs
- Page 160 and 161: convierto en una bicha muy..., muy
- Page 162 and 163: 28Tras la comida, Marta me deja en
- Page 164 and 165: libros que he colocado en la estant
- Page 166 and 167: que me da el médico y al salir me
- Page 168 and 169: 29Cuando me despierto a la mañana
- Page 170 and 171: —Por supuesto que hablaremos de e
- Page 172 and 173: entre mi sobrina y yo. Ahora será
- Page 174 and 175: entra en el garaje. Sin necesidad d
- Page 176 and 177: —¡Hola, gordita! ¿Cómo estás?
- Page 180 and 181: —Vale..., pero hoy déjales que s
- Page 182 and 183: momento oportuno. Eso me comienza a
- Page 184 and 185: Su pregunta me sorprende, y respond
- Page 186 and 187: —Eric sabe lo que te gusta, pero
- Page 188 and 189: Preparado para jugar.—Me gusta tu
- Page 190 and 191: interior. Pero yo quiero más. Nece
- Page 192 and 193: objetivo. Dexter ha disfrutado tant
- Page 194 and 195: salimos una hora después de ella,
- Page 196 and 197: —Has sabido hacer algo que yo no
- Page 198 and 199: 33Llega mi cumpleaños, el 4 de mar
- Page 200 and 201: ¡Yo me lo como a besos!Y como una
- Page 202 and 203: —Pero si tiene los ojos como los
- Page 204 and 205: —Sí, pequeña.Nos dirigimos a la
- Page 206 and 207: Cuando lo hago, sonrío. Sé lo que
- Page 208 and 209: Amanda va a protestar cuando, levan
- Page 210 and 211: De: Eric ZimmermanFecha: 6 de marzo
- Page 212 and 213: cuando susurra en mi boca:—Aquí
- Page 214 and 215: proyectan en la pared. Cinco minuto
- Page 216 and 217: Eric regresa con nosotros y se sien
- Page 218 and 219: ¿Ha dicho Betta?El corazón me com
- Page 220 and 221: Sorprendidos lo miramos, y digo:—
- Page 222 and 223: —¡¿Cómo tengo que deciros que
- Page 224 and 225: 36A la mañana siguiente, cuando ba
- Page 226 and 227: Eso me descoloca.—¿Y por qué me
amplio pasillo de la casa. De pronto, cuando llego a la cocina y entro, Simona me mira con
una sonrisa, y yo grito:
—¡Susto!
El animal corre hacia mí, y Eric lo para. No quiere que me haga daño. Pero el
animal está como loco de felicidad, y yo todavía más. Tras abrazar con cuidado a Susto y
decirle mil cosas cariñosas, miro a mi machote de ojos azules y, sin importarme que
Simona esté delante, le abrazo y murmuro en español:
—¡Ni gangbang ni leches! Eres lo más bonito que ha parido tu madre y te juro que
me casaba contigo ahora mismo con los ojos cerrados.
Eric sonríe. Está pletórico. Me besa.
—Lo más bonito eres tú. Y cuando quieras..., nos podemos casar.
¡Oh, Dios! Pero ¿qué acabo de decir? ¿Le acabo de pedir matrimonio? Pa matarme.
Susto da saltos a nuestro alrededor, y Eric, parándolo, comenta, divertido:
—Como verás, le he puesto la bufanda para el cuello que le hiciste. Por cierto, está
tremendamente afónico.
—¡Aisss, que te como Iceman! —exclamo riendo y lo beso.
Apasionada por aquel bonito momento, estoy tocando a Susto, que no para de
moverse por lo contento que está, cuando veo algo en las manos de Simona. Es un cachorro
blanco.
— ¿Y esta preciosidad? —pregunto mientras lo miro embobada.
Sin soltarme de la cintura, nos acercamos a Simona, y Eric comenta:
—Estaba en la misma jaula que Susto. Por lo visto es el único de su camada que ha
sobrevivido, y debe de tener como mes y medio me han dicho. Susto no se quería venir
conmigo si no me llevaba a este pequeño también. Tenías que haberle visto cómo lo agarró
con la boca y salió de la jaula cuando lo llamé. Luego, fui incapaz de devolver al
cachorrillo a la jaula.
—Es usted muy humano, señor —murmura, emocionada, Simona.
—Es el mejor —asiento, dichosa. Y luego, mirando a Susto, afirmo—: Y tú, un
padrazo.
Ante nuestros comentarios, mi feliz Iceman sonríe y dice, mirando al cachorro:
—Lo que no sé es de qué raza será.
Con mimo, cojo al cachorro. Es gordito y esponjoso. Una preciosidad.
—Es un mil razas.
—¿Un mil razas? Y ése ¿qué perro es? —pregunta Simona.
Eric, que ha entendido mi broma, sonríe, y yo, con el cachorro en mis manos, le
aclaro a Simona:
—Un mil razas es un perro que tiene de todas las razas un poco y ninguna en
especial.
Los tres nos reímos. Simona, feliz, se marcha para contárselo a Norbert. Yo dejo al
cachorro en el suelo, y Eric dice mientras sujeta a Susto para que no me salte encima.
—¿Te gustan tus regalos?
Encantada y enamorada, lo beso y musito:
—Son los mejores regalos, cariño. Y tú eres el mejor.
Eric está feliz. Lo veo en su mirada.
—De momento, se pueden quedar en el garaje, hasta que les hagamos una caseta
fuera.
Yo le miro. Eso no se lo cree ¡ni loco!