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Björn se acerca a él, y los dos me observan. Me devoran con la mirada. Estoy
tumbada en la mesa, desnuda, y con los cubrepezones y el tanga roto aún puesto. Björn
sonríe, y tras pasear su caliente mirada por mi cuerpo, murmura mientras uno de sus dedos
tira del tanga roto:
—Excitante.
Expuesta ante ellos y deseosa de ser su objeto de locura, subo mis pies a la mesa,
me impulso y me coloco mejor. Llevo uno de mis dedos a mi boca, lo chupo y, ante la
atenta mirada de los hombres a los que me estoy ofreciendo sin ningún decoro, lo
introduzco en mi húmeda vagina. Sus respiraciones se aceleran, y yo meto y saco el dedo
de mi interior una y otra vez. Me masturbo para ellos. ¡Oh, sí!
Sus ojos me devoran. Sus cuerpos están deseosos de poseerme, y yo de que lo
hagan. Los tiento. Los reto con mis movimientos. Eric pregunta:
—Jud, ¿llevas en el bolso lo...?
—Sí —le corto antes de que termine la frase.
Eric coge mi bolso. Lo abre y saca el vibrador en forma de pintalabios, y se
sorprende al ver también la joya anal. Sonríe y se acerca a mí.
—Date la vuelta y ponte a cuatro patas sobre la mesa.
Hago caso. Mi dueño me ha pedido eso, y yo, gustosa, lo obedezco. Björn me da un
azotito en el trasero, y luego me lo estruja con sus manos mientras Eric mete la joya en mi
boca para que la lubrique con mi saliva. Los vuelvo locos, lo sé. Una vez que Eric saca la
joya de mi boca, me abre bien las piernas e introduce la joya en mi ano. Entra de tirón.
Jadeo, y más cuando noto que la gira produciéndome un placer maravilloso mientras me
tocan.
Con curiosidad miro hacia atrás y observo que los dos miran mi culo, mientras sus
alocadas manos se pasean por mis muslos y mi vagina.
—Jud —dice Eric—, ponte como estabas antes.
Me vuelvo a tumbar sobre la mesa mientras noto la joya en mi interior. Cuando mi
espalda descansa de nuevo en el escritorio, Eric me abre las piernas, me expone a los dos, y
después se mete entre ellas y besa el centro de mi deseo. Me quemo.
Su lengua, exigente y dura, toca mi clítoris, y yo salto.
—No cierres las piernas —pide Björn.
Me agarro con fuerza a la mesa y hago lo que me pide, mientras Eric me coge por
las caderas y me encaja en su boca. Gemidos de placer salen de mí, y mientras disfruto con
ello, observo que Björn se quita los pantalones y se pone un preservativo.
De pronto, Eric se para, le entrega a Björn el pequeño vibrador en forma de
pintalabios, sale de entre mis piernas, y su amigo toma su lugar. Eric se pone a mi lado, me
echa el pelo hacia atrás y sonríe. Me mima y me besa. Björn, que ha entendido el mensaje,
enciende el vibrador. Eric, cargado de erotismo, murmura:
—Vamos a jugar contigo y después te vamos a follar como anhelas.
Las manos de Björn recorren mis piernas. Las toca. Se acomoda entre ellas y pasa
uno de sus dedos por mis húmedos labios vaginales. Después, dos, y cuando los ha abierto
para dejar al descubierto mi ya hinchado clítoris, pone el vibrador sobre él, y yo grito. Me
muevo. Aquel contacto tan directo me vuelve loca.
—No cierres las piernas, preciosa —insiste Björn, y me lo impide.
Eric me besa. Pone una de sus manos sobre mi abdomen para que no me mueva,
mientras Björn aprieta el vibrador en mi clítoris, y yo grito cada vez más. Esto es asolador.
Tremendo. Voy a explotar. Mi ano está lleno. Mi clítoris, enloquecido. Mis pezones, duros.