04.12.2020 Views

2 pideme lo que quieras ahora y siempre de megan maxwell

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

—Lo que no te pase a ti no le pasa a nadie.

Sonrío. No puedo evitarlo. En este momento entra Simona.

—La cena está preparada. Cuando quieran pueden pasar.

Eric mira a su sobrino.

—Vamos, Flyn. Ve con Simona.

El pequeño corre hacia la cocina, y Simona va tras él. Entonces, Eric se acerca a mí

y me da un caliente y morboso beso en los labios que me deja ¡atontá!

—¿Qué tal tu día por Múnich?

—Genial. Aunque ya lo sabes. Me has llamado mil veces, ¡pesadito!

Eric se muestra sonriente.

—Pesadito, no. Preocupado. No conoces la ciudad y me inquieta que andes sola.

Suspiro, pero no me da tiempo a responder.

—Pero cuéntame, ¿por dónde has estado?

Le explico a mi manera los lugares que he visitado, todos grandiosos y alucinantes

y, cuando le comento lo del puente de los candados, me sorprende.

—Me parece una excelente idea. Cuando quieras, vamos al Kabelsteg a ponerlo. Por

cierto, en Múnich hay más puentes de los enamorados. Está el Thalkirchner y el

Großhesseloher.

—¿Alguna vez has puesto un candado tú ahí? —pregunto, sorprendida.

Eric me mira..., me mira y, con media sonrisa, cuchichea:

—No, cuchufleta. Tú serás la primera que lo consiga.

Alucinadita me ha dejado. Mi Iceman es más romántico de lo que yo imaginaba.

Encantada por su respuesta y su buen humor, pienso en mi disfraz de policía malota. ¡Le va

a encantar!

—¿Qué te parece si tú y yo vamos a cenar esta noche a casa de Björn?

¡Glups y reglups!

Desecho rápidamente mi disfraz de poli malota. Mi cuerpo se calienta en cero coma

un segundo y me quedo sin aliento. Sé lo que significa esa proposición. Sexo, sexo y sexo.

Sin quitarle los ojos de encima, asiento.

—Me parece una fantástica idea.

Eric sonríe, me suelta, entra en la cocina y le oigo hablar con Simona. También

escucho las protestas de Flyn. Se enfada porque su tío se marche. Una vez que mi loco

amor regresa, me coge de la mano y dice:

—Vamos a vestirnos.

Eric se asombra por el cerrojo que le enseño que he puesto en la habitación. Le

prometo que sólo lo utilizaremos en momentos puntuales. Asiente. Lo entiende.

—He comprado algo que te quiero enseñar. Siéntate y espera —le comunico,

ansiosa.

Entro presurosa al baño. No le digo lo del disfraz de poli malota. Esa sorpresa la

guardo para otro día. Me quito la ropa y me coloco los cubrepezones. ¡Qué graciosos!

Divertida, abro la puerta del baño y, en plan Mata Hari, me planto ante él.

—¡Guau, nena! —exclama Eric al verme—. ¿Qué te has comprado?

—Son para ti.

Divertida, muevo mis hombros y las borlas que cuelgan de los pezones se menean.

Eric ríe. Se levanta y echa el cerrojo. Yo sonrío. Cuando me acerco hasta él y antes de

tumbarme en la cama, mi lobo hambriento murmura:

—Me encantan, morenita. Ahora los disfrutaré yo, pero no te los quites. Quiero que

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!