2 pideme lo que quieras ahora y siempre de megan maxwell
—Para no haberte pasado nada, tienes un buen rasponazo —insisto.El crío levanta la vista y me escruta.—Sal de mi cuarto. Estoy haciendo los deberes.—Flyn..., ¿por qué estás siempre enfadado?—No estoy enfadado, pero me vas a enfadar.Su contestación me hace sonreír. Ese pequeño enano es como su tío, ¡hastaresponde igual! Al final, desisto y salgo de la habitación. Voy a la cocina y cojo una cocacola;la abro y doy un trago de la lata. Cuando la estoy tomando, aparece el niño y me mira.—¿Quieres? —le ofrezcoNiega con la cabeza y se va. Cinco minutos después me siento en el salón y pongola televisión. Miro la hora. Las cinco. Queda poco para que regrese Eric. Decido ver unapelícula y busco algo que me pueda interesar. No hay nada, pero al final en un canal pasanun episodio de «Los Simpson» y me quedo mirándolo.Durante un rato, río por las ocurrencias de Bart y, cuando menos me lo espero,aparece Flyn a mi lado. Me mira y se sienta. Doy un trago a mi lata de coca-cola. Elpequeño coge el mando con la intención decambiar de canal.—Flyn, si no te importa, estoy viendo la televisión.Lo piensa. Deja el mando sobre la mesa, se acomoda en el sillón y, de pronto, dice:—Ahora sí quiero una coca-cola.Mi primer instinto es contestarle: «Pues ánimo, chato, tienes dos piernas muyhermosas para ir a por ella». Pero como quiero ser amable con él, me levanto y me ofrezcoa traérsela.—En un vaso y con hielo, por favor.—Por supuesto —asiento, encantada por aquel tono tan apaciguado.Más contenta que unas pascuas llego a la cocina. Simona no está. Cojo un vaso, lepongo hielo, saco la coca-cola del frigorífico y, cuando la abro, ¡zas!, la coca-cola explota.El gas y el líquido me entran en los ojos y nos empapamos la cocina y yo.Como puedo, suelto la bebida en la encimera y, a tientas, busco el papel de cocinapara secarme la cara. ¡Diosssssss, estoy empapada! Pero entonces me percato a través delespejo del microondas de que Flyn me observa con una cruel sonrisa por el hueco de lapuerta.¡La madre que lo parió!Seguro que ha sido él quien ha movido la coca-cola para que explotara y por eso mela ha pedido con tanta amabilidad.Respiro..., respiro y respiro mientras me seco, y limpio el suelo de la cocina.¡Maldito niño! Una vez que termino, salgo como un toro de Osborne, y cuando voy adecirle algo al enano, convencida de que es el culpable de todo, me encuentro en el salón aEric con él en brazos.—¡Hola, cariño! —me saluda con una amplia sonrisa.Tengo dos opciones: borrarle la sonrisa de un plumazo y contarle lo que suriquísimo sobrino acaba de hacer, o disimular y no decir nada del minidelincuente que estáen sus brazos. Opto por lo segundo, y entonces mi Iceman deja al crío en el suelo, se acercaa mí y me da un dulce y sabroso beso en los labios.—¿Estás mojada? ¿Qué te ha pasado?Flyn me mira, y yo le miro, pero respondo:—Al abrir una coca-cola me ha explotado y me he puesto perdida.Eric sonríe y, aflojándose la corbata, señala:
—Lo que no te pase a ti no le pasa a nadie.Sonrío. No puedo evitarlo. En este momento entra Simona.—La cena está preparada. Cuando quieran pueden pasar.Eric mira a su sobrino.—Vamos, Flyn. Ve con Simona.El pequeño corre hacia la cocina, y Simona va tras él. Entonces, Eric se acerca a míy me da un caliente y morboso beso en los labios que me deja ¡atontá!—¿Qué tal tu día por Múnich?—Genial. Aunque ya lo sabes. Me has llamado mil veces, ¡pesadito!Eric se muestra sonriente.—Pesadito, no. Preocupado. No conoces la ciudad y me inquieta que andes sola.Suspiro, pero no me da tiempo a responder.—Pero cuéntame, ¿por dónde has estado?Le explico a mi manera los lugares que he visitado, todos grandiosos y alucinantesy, cuando le comento lo del puente de los candados, me sorprende.—Me parece una excelente idea. Cuando quieras, vamos al Kabelsteg a ponerlo. Porcierto, en Múnich hay más puentes de los enamorados. Está el Thalkirchner y elGroßhesseloher.—¿Alguna vez has puesto un candado tú ahí? —pregunto, sorprendida.Eric me mira..., me mira y, con media sonrisa, cuchichea:—No, cuchufleta. Tú serás la primera que lo consiga.Alucinadita me ha dejado. Mi Iceman es más romántico de lo que yo imaginaba.Encantada por su respuesta y su buen humor, pienso en mi disfraz de policía malota. ¡Le vaa encantar!—¿Qué te parece si tú y yo vamos a cenar esta noche a casa de Björn?¡Glups y reglups!Desecho rápidamente mi disfraz de poli malota. Mi cuerpo se calienta en cero comaun segundo y me quedo sin aliento. Sé lo que significa esa proposición. Sexo, sexo y sexo.Sin quitarle los ojos de encima, asiento.—Me parece una fantástica idea.Eric sonríe, me suelta, entra en la cocina y le oigo hablar con Simona. Tambiénescucho las protestas de Flyn. Se enfada porque su tío se marche. Una vez que mi locoamor regresa, me coge de la mano y dice:—Vamos a vestirnos.Eric se asombra por el cerrojo que le enseño que he puesto en la habitación. Leprometo que sólo lo utilizaremos en momentos puntuales. Asiente. Lo entiende.—He comprado algo que te quiero enseñar. Siéntate y espera —le comunico,ansiosa.Entro presurosa al baño. No le digo lo del disfraz de poli malota. Esa sorpresa laguardo para otro día. Me quito la ropa y me coloco los cubrepezones. ¡Qué graciosos!Divertida, abro la puerta del baño y, en plan Mata Hari, me planto ante él.—¡Guau, nena! —exclama Eric al verme—. ¿Qué te has comprado?—Son para ti.Divertida, muevo mis hombros y las borlas que cuelgan de los pezones se menean.Eric ríe. Se levanta y echa el cerrojo. Yo sonrío. Cuando me acerco hasta él y antes detumbarme en la cama, mi lobo hambriento murmura:—Me encantan, morenita. Ahora los disfrutaré yo, pero no te los quites. Quiero que
- Page 89 and 90: 16Los días pasan y estar junto a E
- Page 91 and 92: —Bueno, ¿qué te parece Múnich?
- Page 93 and 94: 17Una tormenta toma el cielo de Mú
- Page 95 and 96: —¿Para consultarlo? —repito, s
- Page 97 and 98: Sonrío. ¡SEXO!Con curiosidad, abr
- Page 99 and 100: —¿Seguro, pequeña?—Sí —jad
- Page 101 and 102: Un nuevo trueno nos hace regresar a
- Page 103 and 104: —He estado muy ocupado.Jurgen no
- Page 105 and 106: Su voz de niño de las tinieblas me
- Page 107 and 108: ganas que tengo de hacer el amor co
- Page 109 and 110: En este instante, Simona le entrega
- Page 111 and 112: diferente. He aceptado que metieras
- Page 113 and 114: 20Con la tensión a tropecientos mi
- Page 115 and 116: —¿Dónde estás?Como no sé real
- Page 117 and 118: calma:—Tranquilo, Susto, no pasa
- Page 119 and 120: —Jud...De un tirón, le bajo el p
- Page 121 and 122: española, me toca oír las palabra
- Page 123 and 124: —¿Seguro?—Segurísimo.Pero agu
- Page 125 and 126: 22Los fines de semana consigo despe
- Page 127 and 128: Nerviosa, no sé qué hacer. Lo mir
- Page 129 and 130: vez a mí me pasa algo debo dejarte
- Page 131 and 132: 24Durante los días del tratamiento
- Page 133 and 134: papelito de castigo.Sonríe. Vuelve
- Page 135 and 136: 25Con los días, la recuperación d
- Page 137 and 138: y...—Sea la moto de Hannah o de P
- Page 139: Los chavales, muertos de risa, se a
- Page 143 and 144: Björn se acerca a él, y los dos m
- Page 145 and 146: extrema, y yo me siento pletórica
- Page 147 and 148: culo tuyo. Voy a jugar contigo. Te
- Page 149 and 150: 26La vida con Iceman va viento en p
- Page 151 and 152: ¡Sonríe!Su sonrisa es adictiva, p
- Page 153 and 154: —Se ha metido en una pelea, y al
- Page 156 and 157: 27Por la mañana, cuando me levanto
- Page 158 and 159: De pronto, me siento ridícula. Abs
- Page 160 and 161: convierto en una bicha muy..., muy
- Page 162 and 163: 28Tras la comida, Marta me deja en
- Page 164 and 165: libros que he colocado en la estant
- Page 166 and 167: que me da el médico y al salir me
- Page 168 and 169: 29Cuando me despierto a la mañana
- Page 170 and 171: —Por supuesto que hablaremos de e
- Page 172 and 173: entre mi sobrina y yo. Ahora será
- Page 174 and 175: entra en el garaje. Sin necesidad d
- Page 176 and 177: —¡Hola, gordita! ¿Cómo estás?
- Page 178 and 179: Se agacha y me da un beso. Está gu
- Page 180 and 181: —Vale..., pero hoy déjales que s
- Page 182 and 183: momento oportuno. Eso me comienza a
- Page 184 and 185: Su pregunta me sorprende, y respond
- Page 186 and 187: —Eric sabe lo que te gusta, pero
- Page 188 and 189: Preparado para jugar.—Me gusta tu
—Para no haberte pasado nada, tienes un buen rasponazo —insisto.
El crío levanta la vista y me escruta.
—Sal de mi cuarto. Estoy haciendo los deberes.
—Flyn..., ¿por qué estás siempre enfadado?
—No estoy enfadado, pero me vas a enfadar.
Su contestación me hace sonreír. Ese pequeño enano es como su tío, ¡hasta
responde igual! Al final, desisto y salgo de la habitación. Voy a la cocina y cojo una cocacola;
la abro y doy un trago de la lata. Cuando la estoy tomando, aparece el niño y me mira.
—¿Quieres? —le ofrezco
Niega con la cabeza y se va. Cinco minutos después me siento en el salón y pongo
la televisión. Miro la hora. Las cinco. Queda poco para que regrese Eric. Decido ver una
película y busco algo que me pueda interesar. No hay nada, pero al final en un canal pasan
un episodio de «Los Simpson» y me quedo mirándolo.
Durante un rato, río por las ocurrencias de Bart y, cuando menos me lo espero,
aparece Flyn a mi lado. Me mira y se sienta. Doy un trago a mi lata de coca-cola. El
pequeño coge el mando con la intención decambiar de canal.
—Flyn, si no te importa, estoy viendo la televisión.
Lo piensa. Deja el mando sobre la mesa, se acomoda en el sillón y, de pronto, dice:
—Ahora sí quiero una coca-cola.
Mi primer instinto es contestarle: «Pues ánimo, chato, tienes dos piernas muy
hermosas para ir a por ella». Pero como quiero ser amable con él, me levanto y me ofrezco
a traérsela.
—En un vaso y con hielo, por favor.
—Por supuesto —asiento, encantada por aquel tono tan apaciguado.
Más contenta que unas pascuas llego a la cocina. Simona no está. Cojo un vaso, le
pongo hielo, saco la coca-cola del frigorífico y, cuando la abro, ¡zas!, la coca-cola explota.
El gas y el líquido me entran en los ojos y nos empapamos la cocina y yo.
Como puedo, suelto la bebida en la encimera y, a tientas, busco el papel de cocina
para secarme la cara. ¡Diosssssss, estoy empapada! Pero entonces me percato a través del
espejo del microondas de que Flyn me observa con una cruel sonrisa por el hueco de la
puerta.
¡La madre que lo parió!
Seguro que ha sido él quien ha movido la coca-cola para que explotara y por eso me
la ha pedido con tanta amabilidad.
Respiro..., respiro y respiro mientras me seco, y limpio el suelo de la cocina.
¡Maldito niño! Una vez que termino, salgo como un toro de Osborne, y cuando voy a
decirle algo al enano, convencida de que es el culpable de todo, me encuentro en el salón a
Eric con él en brazos.
—¡Hola, cariño! —me saluda con una amplia sonrisa.
Tengo dos opciones: borrarle la sonrisa de un plumazo y contarle lo que su
riquísimo sobrino acaba de hacer, o disimular y no decir nada del minidelincuente que está
en sus brazos. Opto por lo segundo, y entonces mi Iceman deja al crío en el suelo, se acerca
a mí y me da un dulce y sabroso beso en los labios.
—¿Estás mojada? ¿Qué te ha pasado?
Flyn me mira, y yo le miro, pero respondo:
—Al abrir una coca-cola me ha explotado y me he puesto perdida.
Eric sonríe y, aflojándose la corbata, señala: