2 pideme lo que quieras ahora y siempre de megan maxwell

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pensabais mudaros en breve a vivir a Alemania. ¿Lo has olvidado ya? —Y sin darmetiempo a decir nada más, afirma—: Bueno, tú déjame a mí. Hasta el sábado, Jud.Y con un extraño dolor en el estómago por lo que he ido escuchando, me despido.
3Pasa el viernes, ¡y el mundo no se acaba! Los mayas no acertaron.El sábado me despierto muy pronto. Estoy agotada por mi trabajo de camarera, pero¡es lo que hay! Miro por la ventana.¡No llueve!¡Bien!Saber que Eric está a pocos kilómetros de donde me encuentro y que puede haberalguna posibilidad de que lo vea me inquieta en exceso. No comento nada en casa. Noquiero que esto los altere y, cuando llegan el Bicharrón y el Lucena con el remolque de lamoto y mi padre monta junto a Jesús, sonrío, divertida.—¡Vamos, morenita! —grita mi padre—. Ya está todo preparado.Mi hermana, mi sobrina y yo salimos de casa con la bolsa de deporte donde llevo mimono de correr, y al llegar al coche me alegro al ver aparecer a Fernando.—¿Te vienes? —pregunto.Él, jovial, asiente.—Dime cuándo he faltado yo a una de tus carreras.Nos dividimos en dos coches. Mi padre, mi sobrina, el Bicharrón y el Lucena van enun coche, y mi hermana, Jesús, Fernando y yo, en otro.Cuando llegamos a El Puerto de Santa María nos dirigimos al lugar donde se va acelebrar el evento. Está a rebosar de gente, como todos los años. Tras hacer la cola paracomprobar la inscripción y que le den un número de dorsal, mi padre regresa feliz.—Eres el número 87, morenita.Le dedico un gesto de asentimiento y miro a mi alrededor en busca de Frida. No laveo. Demasiada gente.Compruebo mi móvil. Ni un solo mensaje.Me encamino con mi hermana hacia los improvisados vestuarios que laorganización ha dispuesto para los participantes. Aquí me quito mis vaqueros y me pongomi mono de cuero rojo y blanco. Mi hermana me coloca las protecciones de las rodillas.—Judith, algún año le tendrás que decir a papá que esto ya no lo haces —asevera—.No puedes seguir dando saltos sobre una moto eternamente.—¿Y por qué no, si me gusta...?Raquel sonríe y me da un beso.—También tienes razón. En el fondo admiro la guerrera marimacho que hay en ti.—¿Me acabas de llamar marimacho?—No, cuchufleta. Me refiero a que esa fuerza que tienes ya me gustaría tenerla amí.
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Su voz de niño de las tinieblas me
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Nerviosa, no sé qué hacer. Lo mir
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papelito de castigo.Sonríe. Vuelve
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extrema, y yo me siento pletórica
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culo tuyo. Voy a jugar contigo. Te
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—Se ha metido en una pelea, y al
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De pronto, me siento ridícula. Abs
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convierto en una bicha muy..., muy
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libros que he colocado en la estant
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salimos una hora después de ella,
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Amanda va a protestar cuando, levan
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De: Eric ZimmermanFecha: 6 de marzo
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cuando susurra en mi boca:—Aquí
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Sorprendidos lo miramos, y digo:—
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Eso me descoloca.—¿Y por qué me
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Con mimo le paso la mano por su abu
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amigo, sal ahora mismo por esa puer
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Eso me gusta. El que me pida algo a
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pido uno. Necesito fumar. Tras las
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Eric sonríe, pero su sonrisa me as
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las manos, cuchichea—. Judith, te
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EpílogoMúnich... dos meses despu
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tenerlos. Se te pone eso... enorme.
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toca. Y dispuesta a sellar para sie
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ISBN: 978-84-08-11272-3 (epub)Conve
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