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2 pideme lo que quieras ahora y siempre de megan maxwell

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barbaridad, y Flyn cae en la cama como un ceporro. Tumbados en el sofá del comedor

mientras vemos una película propongo bañarnos en la piscina. Eric tiene los ojos cerrados y

se niega.

—¿Te pasa algo, cielo?

—No —responde rápidamente.

—¿Te duele la cabeza? —pregunto, preocupada.

Lo miro. Él me mira. De pronto, divertido, me coge como a un saco de patatas y me

lleva hasta ella. Al llegar sólo encendemos la luz del interior de la piscina y, cuando no lo

espera, lo empujo y cae vestido al agua. Cuando saca la cabeza, me mira, yo levanto las

cejas y pregunto, risueña:

—¿No me digas que te vas a enfadar?

Mi risa lo hace reír a él, y más cuando vestida me tiro el agua a su lado. Eric me

agarra y, mientras me hace cosquillas, murmura:

—Morenita, eres una chica muy traviesa.

Sé que mis carcajadas por las cosquillas le llenan el alma y lo hacen feliz. Durante

un rato, jugamos a hacernos ahogadillas mientras nos vamos quitando la ropa hasta quedar

desnudos. Nos besamos. Nos tentamos y, finalmente, nos hacemos el amor.

Nunca lo he hecho hasta ahora en una piscina, pero es excitante, morboso. Y con

Eric cuchicheándome al oído cosas que sabe que me ponen cardíaca todavía más.

Tras reponernos le propongo echar carreras en la piscina, pero es imposible. Eric

sólo quiere besarme y disfrutar de mí. Veinte minutos después, salimos del agua. Me dirijo

hacia donde sé que hay toallas, cojo dos y vuelvo a su lado. Arropados no sentamos en una

bonita hamaca color café. La cómoda hamaca es como las que suelen estar sujetas a dos

árboles, pero, en su defecto, aquí está enganchada a dos columnas.

Eric se deja caer a mi lado, y abrazada a él, nos movemos y parece que estamos

flotando. Besos, caricias, y cuando me quiero dar cuenta, estoy sobre él devorándole el

pene. Tumbado boca arriba disfruta de mis atenciones, mientras jugueteo con él y le doy

besos pícaros y ardientes. Adoro su pene. Adoro la sensación de tenerlo en mi boca. Adoro

su suavidad y adoro cómo Eric me toca el pelo y me anima a chupárselo. Pero la

impaciencia le puede. No se sacia nunca. Se levanta, planta los pies en el suelo a ambos

lados de la hamaca y, dándome la vuelta, murmura en mi oreja mientras me penetra:

—Esto por tirarme a la piscina.

—Te voy a volver a tirar —susurro mientras lo recibo.

—Pues te volveré a follar una y otra vez por ser una chica tan mala.

Sonrío. Me muerde el costado mientras con pasión sus manos aprietan mi cintura y

me hace suya una y otra vez.

—Arquea las caderas para mí... Más..., más... —exige, agarrándome del pelo.

Me da un azote que resuena en toda la piscina. Yo jadeo. Hago lo que me pide. Me

arqueo y profundiza más en mí. Gustosa de lo que me hace, mis jadeos retumban en la sala

mientras, suspendida en la hamaca, voy y vengo ante las fuertes y maravillosas acometidas

de mi amor. Una hora después, saciados de sexo, nos vamos a nuestra habitación. Tenemos

que descansar.

Por la mañana, cuando me levanto y bajo a la cocina, Simona me informa de que

Eric no ha ido a trabajar y que está en su despacho. Sorprendida, voy hasta donde está él y

nada más abrir la puerta y ver su rostro sé que está mal. Me asusto, pero, cuando me acerco

a él, dice:

—Jud, no me agobies, por favor.

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