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2 pideme lo que quieras ahora y siempre de megan maxwell

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Deseo gritar, montar la tercera guerra mundial en el salón, pero al final hago lo

único que puedo hacer. Agarro el puñetero árbol de Navidad rojo y a rastras lo saco del

salón para meterlo en la habitación donde he dejado anteriormente el skateboard.

—Señorita Judith, ¿está usted bien? —pregunta Simona, descolocada.

¡Pobre mujer! ¡Vaya mal rato que está pasando!

—Relájese —añade antes de que yo le pueda responder, y me coge de las manos—.

El señor, en ocasiones, es algo recto con las cosas del niño, pero lo hace por su bien. No se

enfade usted, señorita.

Le doy un beso en la mejilla. ¡Pobre!, y mientras camino escaleras arriba murmuro:

—Tranquila, Simona. No pasa nada. Pero voy a refrescarme, o esto va a terminar

peor que «Locura esmeralda».

Ambas sonreímos. Cuando llego a la habitación y cierro la puerta, me pica el cuello.

¡Dios, los ronchones! Me miro en el espejo y tengo el cuello plagado de ellos. ¡Malditos!

Dispuesta a salir de esta casa como sea, me quito el pijama. Me visto y, abrigada,

regreso al salón, donde esos dos ya están jugando con la Wii ¡Qué majos! A grandes

zancadas me acerco hasta ellos. Tiro del cable de la Wii y la desconecto. La música se para;

ambos me miran.

—Me voy a dar una vuelta. ¡La necesito! —Y cuando Eric va a decir algo, lo señalo

y siseo—: Ni se te ocurra prohibírmelo. Por tu bien, ¡ni se te ocurra!

Salgo de la casa. Nadie me sigue.

La pobre Simona intenta convencerme de que me quede, pero sonriéndole le indico

que estoy bien, que no se preocupe. Cuando llego a la verja y salgo por la pequeña puerta

lateral, Susto viene a saludarme. Durante un rato camino por la urbanización con el perro a

mi lado. Le cuento mis problemas, mis frustraciones, y el pobre animal me mira con sus

ojos saltones como si entendiera algo.

Tras un largo paseo, cuando vuelvo a estar de nuevo frente a la verja de la casa, no

quiero entrar y llamo a Marta. Veinte minutos después, cuando casi no siento los pies,

Marta me recoge con su coche y nos marchamos. Me despido de Susto. Necesito hablar con

alguien que me conteste, o me volveré loca.

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